En España llevan siglos en conflicto los conceptos de estado y nación. ¿Viene de la Guerra de Sucesión de 1714? ¿Viene de la revolución industrial en el siglo XIX en el País Vasco y Catalunya?
Para unos, en España el estado es débil y la nación fuerte; para otros, lo contrario. La nación es la cultura, la lengua, el sentimiento y la creencia común que se desarrolla y toma forma jurídica en el estado. Lo conforman la justicia, el ejército, la administración pública, a veces la religión, un cemento que puede fortalecer, si es común y compartido, el baluarte que es el estado. España es un caso paradigmático.
La nación es un concepto anterior al estado. El estado da forma a la nación. Puede ser plurinacional. Es el caso de los estados federales y confederales, que delegan en la federación la representación de cada nación con ciertas condiciones y límites. En estados grandes y, por tanto, diversos –Alemania, EEUU, Canadá, ahora la UE...–, sin federación es imposible vivir en común si no se está bajo el terror, como en la URSS, Rusia y China. A la confederación, el nivel de delegación y la reversibilidad la hacen más débil que la federación. Existen pocos ejemplos de confederación que se hayan demostrado viables y estables, salvo Suiza, que no deja de ser cierta rareza. Hay algunas confederaciones y muchas federaciones.
La llegada de la dinastía borbónica a España, a consecuencia de la Guerra de Sucesión, nos trajo un estado centralista y absolutista como lo era el estado francés. “L'État c'est moi” , había dicho Luis XIV poco antes de la llegada de su sobrino, Felipe V, como rey de España. No encajaba con la tradición política e histórica de España, que era una unión de reinos como lo era Reino Unido.
Económicamente, en España el estado era una metrópoli con colonias –en América–, al igual que Reino Unido y Holanda en Asia. Francia era todavía un poder continental europeo. Reino Unido y Holanda ya eran democracias parlamentarias; en Francia, el poder absoluto. Nos asociamos con Francia, los distintos. Un cambio de dinastía no acertado. Lo contrario que en Reino Unido 50 años antes con Guillermo III, príncipe holandés impulsor determinante de la democracia parlamentaria. El invento de la supremacía del Parlamento es más holandés que inglés.
Este choque que supone la llegada de los Borbones a España, tanto político como económico, está en el origen de nuestra doble visión, en España, de la política y la economía.
La tesis de que la nación es fuerte se sustenta en que la nación que importa y trasciende es la castellana y el resto son secundarias y dependientes. No se puede negar que la conquista de América fortalece a la nación castellana –Catalunya participa poco y tarde–. Florida, California y Cuba… Fue excluida y tenía poca población para ejercerla.
El estado se asocia en España con la debilidad, porque fue débil en los siglos XIX y XX. La pérdida de las colonias no es sustituida por la Revolución Industrial como en Reino Unido y en Holanda. Es al contrario: aquellos que han estado ausentes de la colonización –Catalunya– se fortalecen con la Revolución Industrial.
La estructura del estado es ahora fuerte en España. La judicatura ha defendido el estado más allá de lo que lo hizo el ejército en los siglos XIX y XX. El estado tiene cuerpos de funcionarios de élite que no estaban antes: jueces, abogados del estado, técnicos comerciales, la diplomacia... La focalización del poder económico en Madrid, la desaparición de las cajas de ahorros, la concentración bancaria, la modernización de la hacienda pública y la estabilidad del mundo financiero, pasada la crisis de 2008, que hoy es irrepetible, es prueba de esta fortaleza del estado.
Estas cuestiones, en los últimos 40 años, han estado bastante presentes y han causado desafección en Catalunya respecto al Estado y una reacción negativa al resto de España hacia Catalunya.
Es momento de hacer fuego nuevo y tratar de dejar atrás opiniones e ideas que no siempre han sido justificadas. Que la amnistía lleve a la disolución del estado vía el federalismo y el confederalismo, como sostienen personas con opiniones políticas sólidas y fundadas, no es una certeza. Es el momento de recuperar aquellos grupos de personas que piensan que con la política actual no hay solución y es mejor marcharse. ¿Dónde está escrito que no existen reformas posibles que reduzcan las incomodidades y desigualdades entre unos y otros sin necesidad de romper y separarse? Es la falta de confianza, el origen del problema. La política que ha practicado el PSOE, empujado por la necesidad de tener el apoyo parlamentario necesario para gobernar, lo ha llevado a los indultos, la amnistía, el relativo respeto por la lengua. Aprovechémoslo, porque puede suponer un cambio político si se mantiene. A la vista de las últimas encuestas se podría pensar que la población catalana lo ha visualizado y de ahí el desplazamiento del voto hacia el PSOE/PSC... que está haciendo esfuerzos por cubrir la trinchera que años de administración del PP había creado, y que todavía arrastramos. Electoralmente, fuera de Catalunya, el PSOE paga un peaje que podría tener consecuencias a corto plazo, pero que no tendrá a largo plazo. Se puede discutir la firmeza de las ideas políticas del presidente Sánchez, pero no su coraje, y eso es ahora lo que necesitamos, pese a que le sobre una cierta soberbia que ni necesita ni lo ayuda.