¿Qué les pasa a los jóvenes con la violencia machista?

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Violencia machista juvenil

Save the Children ha alertado de la normalización de las conductas abusivas en términos de violencia machista entre adolescentes y jóvenes, sobre todo en las redes sociales, pero no solo. ¿Qué está pasando? La brecha generacional en este caso comportaría un paso atrás. En este campo, los adelantos en la concienciación, seguramente demasiado lentos pero en apariencia sostenidos, han marcado las últimas décadas, durante las cuales se ha ido abriendo paso en las mentalidades y la opinión pública el empoderamiento femenino ante conductas machistas que, años atrás, estaban plenamente aceptadas. De hecho, en poco tiempo se ha producido una aceleración reivindicativa, sobre todo a partir del movimiento mundial del Me Too. Pero, al parecer, hay otra cara de la moneda: este discurso de liberación de las mujeres y de acorralamiento del machismo, tanto el explícito como el más subliminar, parece que retrocede en los entornos juveniles. En el conjunto del Estado, uno de cada cinco chicos jóvenes es negacionista de la violencia machista, y uno de cada tres cree, por ejemplo, que es "inevitable o aceptable" controlar los horarios de su pareja, impedirle que contacte con familiares o amigos o decirle qué puede hacer y que no puede hacer. Las encuestas no tienen un valor absoluto, pero indican tendencias. En este caso, una tendencia bastante preocupante, puesto que no hablamos de un cierto relativismo, sino de negar la mayor. Es decir, estaríamos ante una clara involución, de una especie de contrarreforma en la mentalidad de la población joven.

El asunto, sin duda, pide atención y estudios en profundidad. No se trata de culpabilizar a los jóvenes en general, ni mucho menos. Al contrario, se trata de ver qué hay detrás de estas opiniones, si son una manera de ir contra lo que es ahora políticamente correcto, si son fruto de la desinformación, si hay un factor de inconsciente de frivolidad o si, al contrario, responden a la influencia de la penetración de los discursos de la ultraderecha. Sea como fuere, no es una cuestión que se pueda minimizar. Resulta imprescindible que familias, mundo educativo, medios de comunicación e instituciones aborden este preocupante reflujo, y que no lo hagan desde un fácil paternalismo. Claro: no es sencillo meterse en la realidad de adolescentes y jóvenes, pero es imprescindible abrir una vía de abordaje, de diálogo. Y seguramente una opción es irlos a buscar a través de su medio, que son en buena parte las redes sociales, donde precisamente, tal como remarca la misma ONG Save the Children, es donde se dan más situaciones de este tipo: solo un tercio de los chicos jóvenes de 15 a 29 años identifica como violencia las prácticas de sumisión digital.

Los patrones y roles sexistas perviven. Y con ellos, el machismo. Del mismo modo que la democracia se construye y se defiende día a día, la igualdad entre mujeres y hombres también se tiene que construir y defender; además, en términos históricos, el cambio es todavía muy reciente y, por lo tanto, el peligro de retroceso es acusado. Evitar que estas actitudes entre una parte de los jóvenes conformen la visión del mundo de futuros adultos es una tarea imprescindible.

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