Florentino como aliado

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Los presidentes del Real Madrid, Florentino Pérez y del Barça, Joan Laporta al palco del estadio Alfredo di Stéfano durante el partido de Laliga que enfrentó a sus equipos el pasado 10 de abril

La vida es cíclica. Todo vuelve. Te ofrece la oportunidad de repetir errores o bien de repararlos. “Un grupo internacional de personalidades futbolísticas construía el futuro en una sala del suntuoso Castellana-Hilton”. Esta frase servía para ilustrar la crónica del 26 de mayo del 1955 que hacía Carlos Pardo para Mundo Deportivo, pero a la vez podría servir para encabezar cualquiera de los artículos de estos días sobre el anuncio de la Superliga. “Hombre de perfecta visión futbolística, se ha dado cuenta de la importancia de este campeonato. Significa un paso adelante que el fútbol forzosamente tenía que dar”, añadía la crónica de la época, citando las palabras de “el amigo”, “activo e inteligente” –así lo definía el periodista– Raimundo Saporta, directivo del Madrid, refiriéndose a Santiago Bernabéu. Pero nuevamente las palabras de Saporta se podrían poner en boca de cualquier directivo del Madrid actual –si fueran algo más que meros ornamentos– hablando de su presidente. Setenta años más tarde, Florentino Pérez ha querido emular a su referente, Santiago Bernabéu. Esta vez, a diferencia de lo que pasó cuando El Équipe impulsó la Copa de Europa, el Barça se suma al proyecto. Los ingleses, también.

Con esta decisión, los 12 clubes promotores de la Superliga pretenden acabar con el monopolio de la UEFA. De un día para el otro, se acabarán las deudas que los ahogan. Imaginad la cara de Joan Laporta sabiendo que por arte de magia le desaparecen los problemas económicos que tantos quebraderos de cabeza le tenían que reportar durante su mandato. Tentador. Doble legado de Bartomeu, que anunció el proyecto el día de su adiós.

Creo que todos tenemos claro que el fútbol moderno es negocio. Industria. Espectáculo. Queda poco espacio para el romanticismo. Incluso, para el deporte. Ni la UEFA ni la Liga –ni mucho menos Tebas– pueden dar lecciones a nadie de ética, de devolver el fútbol a su esencia, al espectador. Es un producto más para vender al consumidor, que hace tiempo suplantó al seguidor. Para ganar dinero. Como quiere hacer la nueva Superliga (con mejores cartas). Por lo tanto, ni Barça ni Madrid acabarán ahora con el romanticismo del fútbol. Ya hace años que esto pasó a mejor vida. Ahora bien, el nuevo proyecto ciertamente acentúa todavía más esta visión elitista del fútbol. Es un club privado en el que no te tienes que ganar derechos cada temporada, están blindados, y que crearía todavía más diferencias entre los equipos. Un club, además, en el que no está representada toda Europa y del que los impulsores forman parte solo por el volumen de su talonario. Ni por títulos, ni por historia.

Y la gran pregunta: esta lluvia de dinero, una vez saldadas las deudas, ¿a quién beneficiaría? A los de siempre. Seguiríamos enloqueciendo e inflacionando salarios y traspasos. Quizás el futuro pasa por regular de verdad esto.

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