Me preocupa ver el desempleo de los jóvenes en España y sus dificultades para adquirir una vivienda digna. Ahora, después de leer el excelente informe de la fundación Afi Emilio Ontiveros Finanzas de los hogares 2000-2022, paso de la preocupación a la tristeza, con el sentimiento de haber decepcionado o quizá traicionado las esperanzas de nuestros hijos. Recuerdo el sentimiento de orgullo al obtener mi primer trabajo y al comprar mi primera vivienda, y me aflige ver que la mayoría de nuestros jóvenes no pueden considerar nada similar antes de los treinta años.
Sabíamos ya que el desempleo de nuestros hijos era superior al de los mayores: el desempleo de los jóvenes españoles (de 15 a 24 años) es del 28,7%, el peor de la Unión Europea. Por el contrario, en el tramo de 25 a 54 años, el porcentaje es del 10,9%.
Por otra parte, también es conocido el alto precio de la vivienda en nuestro país. De acuerdo con el optimismo del ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, "los precios de la vivienda en España han caído un 17 por ciento en términos nominales desde el máximo de 2008, y más de un 22 por ciento en términos reales". Sin embargo, en comparación con el inicio de siglo, la perspectiva no es agradable: el precio de la vivienda ha aumentado en un 84% entre 2000 y 2022, mientras que los ingresos anuales de los jóvenes han crecido sólo un 27% .
En nuestra sociedad, el acceso a la vivienda es importante por tres razones: en primer lugar, generalmente constituye el activo más importante en el patrimonio familiar; en segundo lugar, se trata de un activo refugio, equivalente a haber pagado de antemano todos los alquileres futuros y, por último y no menos importante, es un determinante importante del estatus social de las personas.
El informe de Afi Emilio Ontiveros aporta una visión de nuestra economía desde el cambio de milenio. Tres datos me conmueven particularmente, todos relacionados con la dignidad de las generaciones milennial y Z.
Primero, en términos reales, desde el año 2000, las rentas de los jóvenes se han reducido en un 20%. ¿Dónde están, pues, las supuestas ganancias de productividad derivadas de la revolución tecnológica? Segundo, el segmento de los hogares jóvenes con vivienda en propiedad ha pasado de cerca del 70% al 36%. Por último, es doloroso ver el porcentaje muy reducido de jóvenes que se han emancipado. La proporción de jóvenes (entre 16 y 34 años) que son cabeza de familia en nuestro país es del 7,4%, menos de la mitad del valor que en Alemania (17,4%) y Francia (16,3%).
En definitiva, nuestros jóvenes tienen dificultades para encontrar trabajo, si lo consiguen reciben una renta menor que a principios de siglo, no pueden emanciparse y mucho menos adquirir su propia vivienda.
A lo largo de estas dos décadas, ante la pauperización de las generaciones milenio y Z, los tramos de edad superiores a los 65 años han mejorado el nivel de renta y de riqueza en términos reales. ¿No deberíamos facilitar más acceso a la dignidad a los jóvenes? La dignidad no viene de las ayudas económicas del gobierno ni de las herencias (si llegan antes de cumplir los 50), sino del esfuerzo y éxito en los retos afrontados. Nuestra sociedad debe escoger entre sufragar el coste del aumento de la longevidad de los mayores de 65 años y la formación profesional de los jóvenes. Teniendo en cuenta los acuerdos políticos existentes, quizás el mejor consejo para las generaciones milenio y Z es adaptar el de Horace Greeley en 1865: "Go West, young man" (Ve hacia el oeste, joven), alterando el rumbo hacia el noreste.