Un 24% en riesgo de pobreza, un porcentaje a recordar

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Una persona sin hogar durmiendo en un banco en los Jardines del Mirador del Poble Sec de Barcelona en una imagen de archivo.

Nos hemos acostumbrado a ello, pero no por eso la situación es menos grave. La tasa de riesgo de pobreza se mantiene por encima del 24% en Cataluña. Esto significa que casi una de cada cuatro personas es pobre o está en riesgo de serlo, y el porcentaje es aún mayor en el caso de los menores de 18 años, que sufren esta situación en un 32,5%. Es el punto negro de la memoria socioeconómica que ha presentado hoy el Consejo de Trabajo, Económico y Social de Catalunya (CTESC), un organismo asesor y consultivo del Gobierno en el que están representantes los principales actores laborales y económicos del país, desde los sindicatos hasta las patronales. Los grandes datos económicos van bien. El PIB catalán ha crecido en el último año un 2,6%, cinco veces más que la media de la Unión Europea; los precios se han moderado algo más que en el conjunto europeo e incluso en España, y el empleo también ha crecido. Sin embargo, el riesgo de pobreza sólo ha caído unas pocas décimas, del 24,7% de 2022 se ha pasado al 24,4% en 2023.

El crecimiento económico, pues, no se ha repartido lo suficiente y mantiene a mucha gente en la precariedad. En buena parte la culpa es del aumento desorbitado del precio de la vivienda, una realidad que lastra la cohesión y el futuro del país. Prueba de ello es el informe, también presentado ayer, de la Fundació Arrels. En el límite, al margen social, no sólo hay más gente que nunca durmiendo en la calle en Barcelona –1.384 personas–, sino que en buena parte la razón de este aumento del sinhogarismo es la falta de vivienda, puesto que casi uno tercio tenían un lugar donde vivir de propiedad o de alquiler pero lo perdieron porque no podían asumir su coste y fueron desahuciados. En los casos extremos, pues, cuando falta el trabajo y las redes familiares o sociales fallan, la dificultad para tener un lugar donde guarecerse provoca que se entre en una espiral de marginalización que tiene mala solución. La media de los sinhogares –un perfil en el que más del 80% son hombres, extranjeros y en la cuarentena– llevan más de cuatro años en la calle, lo que dificulta aún más que puedan salir de la situación. La falta o escasez de alternativas institucionalizadas –albergues o pisos tutelados, etc.– agrava el panorama.

Hay que mirar la foto entera y no centrarse en el detalle, ciertamente. En conjunto, la evolución de la economía catalana es buena, pero no podemos olvidar que este porcentaje de personas sin hogar, aunque pequeño con relación al conjunto, es la punta del iceberg de situaciones muy difíciles que viven muchísimas personas , con y sin familia. La crisis de la vivienda está suficientemente analizada y estudiada, pero no se está afrontando con la ambición, el consenso y la valentía necesaria. La regulación de los elementos que hacen encarecer el precio, como el alquiler temporal y el turístico, es un paso necesario. El tope de los precios del alquiler puede ser otro. Pero sobre todo es imprescindible aumentar como sea el parque de alquiler público y hacer un plan de choque contra la pobreza en Catalunya que cuente con el acuerdo político, social y económico que el país merece.

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