Tomar conciencia del problema del juego

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Adolescentes enganchados a las apuestas

A pesar de la legislación que regula su publicidad y los avisos públicos que llevan años difundiendo las autoridades y de los que se hacen eco los medios de comunicación, la adicción al juego sigue aumentando. En tres años, los atendidos en unidades especializadas en adicciones vinculadas al comportamiento han subido un 30%. El año pasado se empezaron 953 tratamientos por adicciones comportamentales en Catalunya y tres de cada cuatro eran por los juegos de apuestas. Entre los adolescentes, con los teléfonos móviles, en la última década este tipo de adicciones han crecido un 50%, alerta el psicólogo clínico Jordi Verdaguer.

Los más jóvenes son un grupo especialmente vulnerable a la adicción al juego. Por un lado, porque su carácter aún no ha terminado de formarse y probablemente no tienen todas las barreras de defensa activadas. Y, por otra, porque cada vez más los juegos de apuestas y con dinero hablan su lenguaje: el de las pantallas, y en internet es difícil esquivar su publicidad. Las webs de apuestas online permiten, además, que el juego se haga en la intimidad de casa o de la habitación, desde cualquier lugar. Esto hace aún más difícil que el entorno detecte el problema.

De hecho, la mayor parte de las veces los afectados no se dan cuenta de que tienen una adicción hasta muy tarde. De media, explica Verdaguer, se tardan ocho años. El psicólogo y profesor de la Universidad de Quebec Joël Tremblay concreta que a menudo no se dan cuenta hasta que tienen problemas de salud física y en las relaciones personales, además de los económicos. Y cuando se enfrenta el problema queda la recuperación, que tampoco es fácil.

Tremblay ha demostrado que incorporar a alguien del entorno del afectado –la pareja o un familiar– en el proceso de rehabilitación es especialmente positivo: ayudan en la terapia y la llevan a casa ya la calle, y eso acelera la recuperación de quienes han caído en el pozo del juego. El entorno puede ser clave no sólo para la recuperación, sino también para la prevención y la detección de una adicción.

La adicción al juego no es sólo un problema individual, ni siquiera familiar: es también un problema social que afecta a toda la comunidad, a todo el país. Que aumenten las peticiones de tratamiento puede verse desde un punto de vista positivo –puede implicar que más gente pide ayuda–, pero el aumento de adicciones entre los jóvenes que comenta Verdaguer indica que la situación, lejos de resolverse, empeora . Y, por tanto, como sociedad fallamos cada vez más. Las medidas que tenemos para evitar y frenar este tipo de adicciones no funcionan y, por tanto, deben adoptarse nuevas.

No podemos banalizar el juego con dinero. No es inocente y busca sacar provecho de quienes aspiran a un golpe de suerte y se enganchan a la adrenalina de unas pocas victorias que están programadas para que nunca compensen. Como sociedad, como país, debemos encontrar formas más eficaces de regular el juego de apuestas y su publicidad. Y destinar el dinero necesario para prevenir su adicción, detectarla y tratarla, evitando así que los casos sigan multiplicándose.

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