'Bulling' agrorural

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Los agricultores son los principales clientes de las cajas rurales, que facilitan créditos para preparar las campañas agrícolas y seguros de las cosechas.

Estamos en un momento en el que sentimos cerca la crisis climática, con una sequía que nos angustia y muchos cambios que se vislumbran. A toda prisa estamos reaccionando, buscando o imaginando soluciones. Así, con las prisas, hemos encontrado al culpable: el campesino, es decir, la persona que produce nuestros alimentos. Venimos de un desarrollo económico sin mirar lejos, algo que ha enfadado a la naturaleza y nos acerca a una crisis ambiental sin precedentes. No es, pues, el mejor momento para pelear: más bien sería un buen momento para unir esfuerzos. Pero todavía es menos momento para equivocarnos.

Todos los sectores económicos están implicados como culpables del cambio climático, pero quemar combustibles fósiles es, de largo, su principal causa. Sin embargo, se está impulsando una cultura del desprecio (lo llamaré ecoesteticismo) que prefiere acusar a la agricultura, con una desinformación sostenida a pesar de las evidencias.

Se habla de sostenibilidad mientras se denigra y empobrece nuestro territorio rural con propuestas insostenibles. Los caminos reales hacia la sostenibilidad son complejos. No hay modelos perfectos para llegar a ser mágicamente sostenibles, al contrario. Producir alimentos sostenibles requiere técnicas de producción amables con la naturaleza. Pero también que sean capaces de producir alimentos para todos. Asimismo, sean asequibles a toda la población. Y que quienes los producen puedan obtener unos ingresos dignos. Estos cuatro vectores no están alineados. Por tanto, la resultante nunca será perfecta, pero podrá ser la mejor entre las diferentes respuestas posibles. Sin embargo, dogmatizar desde la intransigencia de nuestras ideas nos hace responsables de decisiones equivocadas.

Entre los axiomas del ecoesteticismo hay un conjunto de palabras o realidades prohibidas: intensivo, regadío, macrogranjas (¿cuántos animales tiene una macrogranja?) . Se promueve un modelo contradictorio, se habla de proximidad mientras a la vez se condena el regadío o se promueve una ZEPA (zona especial de protección de aves) en el Baix Llobregat, por poner algún ejemplo. Se idealizan pequeñas explotaciones que la tecnología del momento hace inviables. Mientras, se criminalizan a las empresas viables que alimentan a Catalunya. O, por ejemplo, cuando se dice que el matadero de Olot utiliza 500 millones de litros de agua al año o se relaciona la sequía con los cerdos, cabe decir también que toda la ganadería (hablo de las granjas) sólo consume en Cataluña un 2% del agua regulada.

Cataluña no tiene tierra (la mitad de Europa, por habitante), tiene poca agua, pero tiene montañas que, con las precipitaciones que reciben, todavía alimentan con cierto caudal los ríos. El sector agrario catalán ha hecho buena la frase "los catalanes de las piedras hacen panes". Ha aprovechado el agua que tenía para regar tierras áridas, pero no era suficiente. Por eso ha comprado el suelo y el agua que no tenía (en forma virtual de soja y maíz) en los países que tenían en abundancia. Con esta materia prima básica ha alimentado a los animales y ha impulsado una potente industria alimentaria diversificada y eficiente que le ha permitido exportar y equilibrar la balanza comercial.

El modelo ecoesteticista es más bonito pero no es real. En cambio, el campesinado real ha sabido alimentar a Catalunya. El agroalimentario es el primer sector productivo de Cataluña, un sector tecnológicamente avanzado. Por ejemplo, gran parte de las granjas de leche usan robots, biosensores y gestión con programas digitales avanzados. Nuestros agricultores llevan mucho tiempo con tractores conducidos por GPS, algo que todavía no tenemos en nuestros automóviles.

Es cierto que las prácticas agrarias, como las del sector químico o del textil, etc. han sido inadecuadas. Pero también es cierto que el sector está realizando un rápido proceso de sostenibilidad. Hace pocos años modificó todas las granjas para mejorar el bienestar animal, ahora le toca ampliar de nuevo el espacio de los animales, los antibióticos están muy controlados, el nuevo decreto de fertilización orgánica permite controlar y evitar abusos en deyecciones ganaderas, se están cerrando obligatoriamente las balsas y se está iniciando la construcción de plantas de biogás, el proyecto y los recursos para el riego eficiente y de precisión están en marcha.

La agricultura catalana necesita respeto en vez de desprecio.

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