Hoy hablamos de
María Corina Machado.
12/01/2025
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La derecha española muestra una gran soltura que se trata de denunciar el régimen dictatorial venezolano. ¡Unos gritos, Alberto Núñez Feijóo, en los actos públicos! ¡Unas soflamas, Isabel Díaz Ayuso, en favor de la libertad! ¡Unos amaneramientos en las entrevistas, Abascal! Unos editoriales radiados y escritos, ¡la prensa afín! La libertad que proclaman la representa mejor que nadie la susodicha Ayuso: es la libertad de tomar cañas en plena pandemia si eres joven, y de morir ahogado, solos y sin asistencia médica en un rincón cualquiera de un geriátrico, si eres viejo. También, la libertad de montar un psicodrama institucional y mediático para proteger a un novio delincuente, mientras se afina la magistratura para enviar a un fiscal general del estado pa'lante.

Que Maduro cometió fraude electoral es una sospecha tan sólida que ha llevado a la comunidad internacional a no dar por buena su victoria, si no le acreditaba con las actas electorales que no ha querido mostrar. Que su gobierno (como antes el de su mentor, Hugo Chaves) es un régimen que podemos etiquetar entre una democracia totalitaria o una dictadura tout court, y que ha causado graves perjuicios al interés general, es una evidencia. También lo es que el presidente autoproclamado de la oposición, Edmundo Rodríguez, no es más que el heraldo negro –como habría dicho César Vallejo– de la reaparecida María Corina Machado, una mujer que personifica el cruce exacto entre el ultraliberalismo de Javier Milei, el ultraconservadurismo de Bolsonaro y el fanatismo de las sectas religiosas ultracatólicas. Todo muy ultra, hasta el punto de pasar por la derecha a Vox a una velocidad enfurecida. Si el cambio de Maduro es éste, lo único que pueden estar seguros los venezolanos es que pasarán de un régimen opresor y criminal a otro. Todos en contacto directo con el Altísimo, eso sí, porque Maduro nunca se ha estado de presentarse como un elegido por la gracia divina, e incluso de tener raptos de iluminación en los que habla con Chaves en forma de pajarito en el alféizar de la ventana.

Es incomprensible que una parte de nuestras izquierdas todavía se encomienden a personajes tétricos como Maduro, o Canel en Cuba, o incluso a Putin o Al Asad, porque se empeñan en ver inexistentes baluartes de resistencia al imperialismo yanqui. Resulta, en cambio, más fácil entender que la derecha española, tan entusiasta a la hora de deplorar los crímenes del madurismo y encolomarlos al sanchismo, se muestre tan renuente cuando se trata de hablar de Franco. No es cierto que Franco sea un trasto del pasado: al contrario, se puede decir que casi no hemos empezado todavía ni a hablar de él, ni de las consecuencias del franquismo, tan notorias todavía en la vida pública española. Pero es comprensible que les dé pereza porque, por mucho que griten, por mucho que gesticulen, por muchas querellas y denuncias y demandas que pongan, sin embargo, todos sabemos que ellos, PP y Vox, son los herederos ideológicos directos de la dictadura franquista. Y por la forma en que se comportan, están bien decididos a seguir siéndolo.

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