

El arquitecto dijo: "Hay que pensar en las personas" y dijo "Debemos tener en cuenta el factor humano". decidir que habría unas puertas de cristal que invitaran a entrar, que no ahuyentaran. Se abrirían solas, con célula fotoeléctrica, porque había usuarios que tenían movilidad reducida. ruedas, camillas rodeadas de enfermeros, gente mayor con andador... No se podía permitir que la puerta tuviera que abrirse con una manivela, haciendo fuerza, perdiendo unos segundos preciosos. no la tenía toda. Ahora, en la recepción del Ayuntamiento, de la comisaría y del CAP hay trabajadores (los recepcionistas) que hacen el trabajo en anorak. de la mesa tienen una estufa, que les calienta los pies (nadie que haya trabajado con frío sabe de qué hablo). La puerta doble de cristal, tan bien pensada y eficiente, se abre cada dos por tres. por la calle, cuando entran en cada momento los parroquianos, cuando sale el conserje, cuando entra el repartidor. La puerta –muy sensible, que así se diseñó– está más rato abierta que cerrada. que la calefacción trabaje el doble, pero en vano
Una idea noble se convierte en una idea perversa, sólo porque el ideólogo no ha estado sobre el terreno Sería mejor una puerta que se abriera y cerrara manualmente, que hubiera. un conserje que ayudara a utilizarla, claro, que esta impersonal y robótica lleva demasiado sensible al calor humano, que, en contraste, provoca la frialdad, porque se abre más de la cuenta y se cierra demasiado tarde.