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La portavoz de Junts en el Congreso de los Diputados, Míriam Nogueras, ayer durante el último pleno del año en la cámara baja española. MARISCAL / EFE
28/01/2025
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Las derechas hispánicas se juntan. Junts vota con el PP y Vox contra un decreto ómnibus que incluía la subida de las pensiones, la bonificación del transporte público, la prórroga del salario mínimo, la prohibición de desahuciar a familias vulnerables y las ayudas a la DANA. Desgraciadamente, con demasiada frecuencia la política prioriza el ruido por delante de las personas. La coincidencia en las fechas podría hacer pensar que el efecto Trump ya funciona y que las derechas se acomodan al sórdido espíritu de los nuevos tiempos que quiere marcarse desde Estados Unidos con el desprecio a la ciudadanía como principio de acción. Pero seguramente todo es mucho más prosaico. En el caso de Junts, la necesidad de Puigdemont de hacerse notar.

No deja de ser significativo que Pedro Sánchez fuera el primer líder de Europa que alzó la voz contra la tecnocasta el mismo día del espectáculo del Capitolio. Es cierto que Giorgia Meloni, la presidenta del consejo de ministros italiano, fue la única presencia institucional europea en la ceremonia, pero no tardaremos en ver a las derechas y a las extremas derechas gobernando en los principales países europeos siguiendo el signo de los tiempos: es decir, las nuevas hegemonías en un capitalismo en fase de cambio acelerado.

Sea como sea, este reencuentro de las derechas hispánicas, tras las fracturas del Procés, no puede pasar desapercibido. Por mucho que se intente disfrazar como una advertencia de Junts por los obstáculos en las negociaciones con el PSOE, se rompe un tabú que había operado desde el 2017: no a la derecha española. Votando conjuntamente con Vox y el PP, Junts pisa un terreno extremadamente delicado al bloquear, por pura vanidad partidista, medidas muy sensibles para gran parte de la población. No parece que hacer fracasar iniciativas socialmente tan necesarias sea una buena estrategia para ablandar a un negociador. Es un triste juego de hombrecillos que especulan con los problemas de la ciudadanía para obtener algún miserable rendimiento político. Con estos resultados, ¿alguien cree realmente que la posición de Puigdemont y de Junts queda reforzada? ¿O, más bien, lo que crece es la idea de que los puros intereses personales van por delante de los intereses generales?

El vendaval americano anuncia tiempos difíciles. El mapa de Europa se tiñe de negro: todo apunta a que la mayoría de las derechas europeas se adaptarán rápidamente a las exigencias trumpistas. Y temo que aquí no será distinto. Convergència, desde la derecha, buscó siempre un espacio en territorio intermedio, optando por el PP o el PSOE según tocaba para sacar rendimiento completando mayorías. Y es natural que Junts vuelva a ese espacio, que era el de sus progenitores. Pero ahora mismo la derecha española es y será Vox-PP, en sintonía con la regresión política europea, y Junts ha hecho un primer ensayo para acercarse a ellos. Para algunos seguramente es lo que toca. Y como si nada, puede haberse puesto fin al ciclo del Procés.

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