

Desde que TVE anunció que las campanadas de Nochevieja las haría David Broncano con Lalachus, la colaboradora de La Revuelta, la humorista ha sufrido un grave acoso en las redes. Un ejército de patanes ha considerado oportuno subrayar que la presentadora está gorda, como si esto fuera incompatible con dar la bienvenida al 2025. Aunque este es un defecto histórico de la televisión en general, el caso de Lalachus nos recuerda cómo las campanadas han impuesto un imaginario sexista y cosificador sobre las mujeres. La propia televisión pública ha contribuido claramente a reforzar esta tiranía con presentadoras como Ane Igartiburu, Ana Obregón o Raffaella Carrà. La única excepción que rompió un poco con los estereotipos fue la elección de Carmen Sevilla cuando era ya una mujer madura, incorporándola a la fiesta buscando el humor edadista. La gracia estaba en ver cómo se equivocaba la señora que rompía el estereotipo de la joven sexy. El mismo año pasado, en TVE, junto a Ramon García, de 63 años, colocaron a la cantante Ana Mena, de 26. Añadieron a la futbolista Jennifer Hermoso, de 34, aprovechando el efecto Rubiales. El colmo de la sexualización lo ha liderado Antena 3 con el impacto Pedroche utilizando su desnudez como reclamo. Con estrategias esperpénticas, Atresmedia ha fracasado disimulando una apuesta claramente machista sirviéndose de lemas solidarios y propaganda de falso feminismo. Venden el cuerpo de Pedroche como un trozo de carne que se desenvuelve antes de la primera uva. Pese a algunas propuestas históricas muy saludables y exitosas que rompían el tópico, TV3 no se ha librado de caer en los patrones más hegemónicos. En los últimos años ha escogido a una influencer como Laura Escanes para despedir el año. Una creadora de contenidos famosa por vender su imagen y promocionar un rol femenino que se ajusta a los estereotipos más frívolos y superficiales. Aunque TV3 se haya esforzado mucho en convertirla en presentadora, las redes sociales de Escanes fomentan la presión estética sobre las mujeres.
Los hombres que han presentado las campanadas no están sometidos a la misma dictadura. En un recorrido rápido por la historia de la Puerta del Sol, ni Joaquín Prat padre, ya fallecido, ni Martes y Trece, ni Cruz y Raya, ni Ramón García o Alberto Chicote se ajustan a los cánones más estrictos de la que se considera la belleza masculina. La prueba es el chef de Pesadilla en la cocina, a quien, junto a Pedroche, nunca se le ha cuestionado el peso para anunciar el cambio de año.
Lalachus ha agradecido con humor la preocupación de la gente por su salud y ha reivindicado que nadie le quitaría la ilusión de la propuesta.
Debemos tener presente que el sexismo desaforado de las campanadas se consolidó con la aparición de las cadenas privadas y que estas emisiones caducas son herencia del patriarcado televisivo más casposo y machista. Lo que deben hacer las televisiones –sobre todo las públicas– es no reproducirlo.