Seguro que La Marató de este año será un espectáculo que pondrá el foco en un tema tan poco habitual como esencial: la salud sexual y reproductiva. Veremos a gente experta y ciudadanía hablando de educación sexual, de la importancia de cuidarnos, de patologías diversas, también de derechos... Del todo imprescindible. ¿Pero actualmente la atención básica en la salud sexual y reproductiva de la población está bien garantizada en Catalunya? ¿Y pondrá la Maratón el foco en este tema?
En nuestro país la atención en este ámbito se construyó a partir del trabajo y valentía de muchas mujeres y profesionales que impulsaron los primeros centros de planificación familiar, los planning. En los albores de la democracia, y con la mirada a experiencias de otros países como Francia, consiguieron articular servicios de proximidad y con filosofía propia que acompañaban a las mujeres en el redescubrimiento de sus cuerpos y sexualidades. Con los años, estos servicios fueron integrados y expandidos ya como red pública primero dentro del Programa de Atención a la Mujer (PAD) y ya, más recientemente, a lo que conocemos como ASSIR, los centros de atención a la salud sexual y reproductiva. Un despliegue poderoso que permitió dar un salto de calidad enorme en la atención de la ciudadanía. Sin duda no podemos imaginar la atención en este ámbito sin dimensionar la importancia de estos dispositivos y profesionales que trabajan actualmente: comadronas, ginecólogas y personal administrativo, principalmente. Pero, ¡ay las!, ni los ASSIR ni sus profesionales son ajenos a las tensiones, precariedades y dificultades que vive la atención primaria en Cataluña.
Desde el colectivo de comadronas hace tiempo que señalan que no hay suficientes profesionales ni un relevo suficiente, y que en Catalunya hay 17 comadronas por cada 100.000 mujeres mientras que en España el ratio es de 31 y en la UE de casi 70. Tampoco vamos sobradas de profesionales de ginecología en el sistema. Por otro lado, un problema que también afecta a disciplinas como pediatría o anestesiología, entre otras. Y cuando las ginecólogas jóvenes, las recién formadas, prefieren aceptar ofertas de los hospitales por razones diversas –marco hospitalocéntrico, mejores condiciones de trabajo, posibilidades formativas...–, pues vayamos mal.
Y si le añadimos la variable territorial? Pues tenemos territorios con una escasez de profesionales en el cuidado de la salud sexual y reproductiva enorme y con un déficit asistencial grave. ¿O cómo nos lo hacemos cuando una ginecóloga, que sólo va un día a la semana a un servicio para pasar consulta, está de baja o haciendo formación?
Las usuarias de los ASSIR, como las de los CAP, son las que sufren –sufrimos– el problema de la demora en la atención de lo que no se considera “urgente”. Pero que no sea urgente no significa que su retraso no comporte consecuencias graves: espera para colocar un DIU y evitar un embarazo no deseado, espera para atender una petición de interrupción de embarazo, espera para realizar una citología programada o espera para realizar un cribado de ITS.
Y es importante que seamos conscientes de que la afectación en la atención de la población supone una vulneración en los derechos sexuales y reproductivos, porque no garantizamos el acceso a los servicios.
Esta enorme tensión del sistema sanitario público, que afecta directamente los ASSIR, nos toma en un momento en el que todavía tenemos retos notables sobre la mesa para garantizar la atención en salud sexual. Los ASSIR centran la atención mayoritariamente en el ámbito reproductivo y, por tanto, en una población determinada: mujeres en edad reproductiva. Actualmente, gran parte de la población se siente huérfana de servicios asistenciales en salud sexual que respondan a sus necesidades, población como el adolescente y joven, las mujeres después de la menopausia, personas con discapacidades o los propios hombres, entre otros . Quizás la atención primaria, como puerta del sistema y garante de la atención longitudinal en todas las etapas vitales, debería jugar un papel más importante en la atención de la salud sexual de la mano y en coordinación de los ASSIR. Pero, vamos, los CAP tampoco están para tirar cohetes...
Disponemos de profesionales muy potentes y activistas en el sistema –suerte de eso–, pero si no tenemos suficiente y trabajan en condiciones precarias, lo que podamos construir por una banda lo estaremos perdiendo por otra. Y desgraciadamente esto no se arregla ni con una ni con cien Maratones.