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Las normas fiscales se han convertido en la zanahoria y el palo de los agentes económicos. Se usan como una forma de orientar a empresas, autónomos y ciudadanos hacia objetivos deseados por el gobierno. A través de incentivos, exenciones y deducciones, se busca fomentar comportamientos específicos, según está la sociedad española en cada momento.

¿Hay mucho paro? Vamos a rebajar impuestos o poner premios fiscales al emprendimiento. ¿Se hace poco cine? Vamos a poner exenciones fiscales a la inversión en cultura. ¿Queremos menos emisiones de carbono? Se lanzan ayudas y exenciones a la inversión en renovables. ¿Demasiado desempleo en personas mayores? Aplicamos bonificaciones en la contratación de personas mayores de equis años.

Este tipo de medidas, aunque bien intencionadas, convierten el sistema fiscal en una herramienta táctica que va más allá de su función esencial y acaba por generar problemas a largo plazo.

La constante modificación de leyes fiscales para adaptarlas a objetivos cambiantes produce inseguridad jurídica. Las empresas y los ciudadanos no solo se enfrentan a un laberinto para prever su carga tributaria, sino que tienen que hacer y deshacer estructuras, estrategias y planes de acción en función de cada cambio normativo. En España, la inestabilidad fiscal ha sido un problemón en el sector energético o el inmobiliario, dificultando la planificación a largo plazo. No es lo mismo aplicar una bonificación a un gasto o a una decisión coyuntural que aplicarlo sobre sectores de inversión a largo plazo: inmobiliario y energía es un clarísimo ejemplo.

Para mitigar esta inseguridad jurídica, es necesario avanzar hacia un sistema fiscal más estable y predecible. Hace tiempo que defiendo la prevalencia de normas de carácter estructural sobre aquellas de naturaleza coyuntural. Si se quiere hacer cambios, que se diga de antemano. Por ejemplo, en vez de introducir deducciones temporales para fomentar el empleo, se ponen incentivos a largo plazo con cláusulas de revisión periódica en fechas conocidas previamente que aseguren su vigencia, pero sin alterar su esencia. Por otro lado, se deberían implementar cambios fiscales de forma escalonada y con plazos amplios, permitiendo a empresas y autónomos tomar decisiones con antelación. 

Las normas fiscales son herramientas útiles para guiar comportamientos, pero su uso excesivo y táctico está produciendo efectos contraproducentes en el mundo de los negocios.

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