6 ideas para ayudarnos a pensar (un poco)

'El pensador', de Rodin.
09/02/2024
3 min

Pensar (y sentir) nos hace humanos, lo que no quiere decir que no haya animales que, a su modo, piensan también (y sienten). Pensar y sentir (tener experiencias de placer, dolor, alegría) van más relacionados de lo que parece. Somos animales racionales emocionales. Pero así como sentir es, de alguna forma, inevitable, pensar no se da por sentado. Entonces, ¿Per què pensar? Seis autores le dan vueltas a un libro colectivo en catalán de título homónimo.

1. La filósofa Marta Jorba anota que el 98% de las veces nuestro cerebro procesa con pensamiento rápido, con decisiones automáticas. El pensamiento lento, lo que realmente entendemos por pensar –que puede ir de las cosas más específicas a un todo globalizador–, sólo lo utilizamos en el 2% de ocasiones. En tiempos de aceleración y de exceso de información, hallar ratos para detenernos a reflexionar es difícil y muy necesario para tomar distancia crítica, tanto respecto a nosotros mismos como a la vorágine que nos rodea. Para Jorba, vale la pena preservar el imperativo de "pensar bien" y de "pensar por el bien".

2. El escritor Raül Garrigasait dice que, a la hora de pensar, "la costumbre y el ejemplo" actúan con mayor fuerza sobre nosotros que ningún conocimiento seguro". Desde hace siglos, los filósofos han intentado pensar empezando de cero. A partir de la revolución científica, con la vía teológica en declive, se han dedicado a dos cosas: a deshacerse de prejuicios –lo fácil y que te es dado de entrada debe hacerte sospechar– e intentar volver a encontrar un sentido al mundo. Pero en la época del individualismo de masas, en la que cada uno se cree único y original, el sentido último es que no podemos explicarlo todo: "La madurez del pensamiento consiste justamente en comprender ante qué cosas debe saberse arrodillar".

3. Un día, el filósofo Xavier Rubert de Ventós regaló a su hija Xita un kit de bolígrafos que ella quería pero que "no sabía quererlos" porque "nadie me había enseñado a desear más de lo estrictamente necesario". De ahí, Xita Rubert infiere que "la percepción del exceso es uno de los orígenes del pensamiento. Identificar un desequilibrio, una desproporción, es el nacimiento de la conciencia". La educación con sus abuelos maternos, vinculados a un mundo campesino y trabajador, había hecho de la belleza sinónimo de proporción, de justicia. ¿Por qué tener tantos bolígrafos? Así cree que empezó a pensar. Ahora ella también es pensadora.

4. También con Rubert de Ventós, Josep Ramoneda nos recuerda la necesidad de no confundir "pensar las cosas" con "pensar en las cosas". Ahora que celebramos los 300 años del nacimiento de Kant, le parafrasea: el ideal ilustrado es la capacidad de pensar y decidir por uno mismo en diálogo con los demás en tanto que diferentes. Hoy, vencida la idea de progreso e instalados en el presentismo nihilista, propone pensar a partir de la curiosidad como motor y de la cultura como actitud crítica. Y se aventura a predecir que la reacción a la tecnología digital traerá un retorno al pasado, a la ideología, a la naturaleza y a los demás.

5. Jaume Casals cree que la mayoría "estamos dispuestos a cualquier subterfugio por no tener que pensar". Y sin embargo, sin darnos cuenta, las cosas pequeñas cotidianas –los accidentes, los hechos tangibles, las formas– nos llevan hacia la esencia –las ideas, el pensamiento–. También los sentimientos conforman las ideas: la filosofía tendría más de philia (amor) que de sophía (sabiduría). Experto en Montaigne, nos recuerda que éste no habría escrito sus Ensayos sin la amistad que le unió a Étienne de La Boétie.

6. Y, según Fina Birulés, pensamos (con el lenguaje) para ir más allá de la necesidad de trabajar para vivir y de la condición de mortales. Pero no es lo mismo el pensamiento que el conocimiento, nos advierte. Y hace constar que pensar es un riesgo, "es salir del círculo trazado": provoca callejones sin salida y abre caminos. No tiene, además, utilidad directa. Responde al deseo de añadir algo propio al mundo o de ajustar cuentas con lo que nos ha sido dado.

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