Minucias

Una de las mujeres más olvidadas de la cultura catalana del siglo XX

Detalle de un artículo sobre Paulina Crusat escrito por Josep Maria Espinàs
10/09/2024
2 min

BarcelonaUna de las mujeres más olvidadas de la cultura catalana del siglo XX es Paulina Crusat (1900-1981), hija de un barcelonés acaudalado, pero que vivió casi toda su vida en Sevilla y en Madrid, lo que no tiene razón para ser considerada una desgracia: en las dos ciudades hay mucha vida nativa en la calle.

Crusat no es autora de una gran obra, pero varias novelas suyas fueron editadas por Destino (entonces dirigida por Joan Teixidor) y por Plaza & Janés (una, en vida de Josep Janés). Ninguno de estos dos editores era menor.

El valor de Crusat quizás no resida en la obra propia, sino en la obra de traducción y edición. Era una mujer de gran cultura afrancesada, como caía en su generación. El primer resultado de esta formación fue una antología de poemas de Jean Moréas —un autor que tuvo gran influencia en la generación de los poetas novecentistas—, publicada en la famosa serie Adonais (Madrid, 1950). En la misma colección, Crusat publicó una Antología de poetas catalanas contemporáneos (1952), muy preciada por los críticos catalanes, y, last but not the least, una antología de poesía religiosa, Voces que te han cantado (1952 y 1970), el mejor exponente de sus creencias y de su deseo de ofrecer buena literatura universal a las culturas catalana y castellana en horas bajas.

Lo más interesante de la recopilación —una pequeña lección de literatura comparada— es que se encuentran apartados dedicados a la poesía catalana y castellana, y una larga serie de poemas de autores ingleses, norteamericanos, franceses y alemanes, y, ninguna al final, medievales en versión latina y castellana. En ella figuran Santa Teresa, Fray Luis, Verdaguer, Maragall, Carnero, Orilla, Clementina Arderiu, Foix, Manent o Tomàs Garcés, y, entre los “más extranjeros”, Donne, Herbert (eso sí que es tener buenas antenas), Goethe, Novalis, Emily Dickinson, Rilke, TS Eliot y Pierre Jean Jouve. Corría el año 1952.

Cierto que a veces se equivocaba en la traducción del inglés y alemán, pero se puede excusar. Lo importante es que una mujer catalana que ni siquiera vivió mucho en Barcelona mantuviera un interés por nuestra literatura y las de los demás en momentos de tan grande y forzada incultura en toda la piel de toro.

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