Von der Leyen quiere un segundo mandato

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Ursula von der Leyen ayer en Bruselas.

Por último, Ursula von der Leyen ha decidido que quiere aspirar a un segundo mandato como presidenta de la Comisión Europea. Deshojando la margarita de las posibles alternativas (como la secretaría general de la OTAN, que Joe Biden no veía con malos ojos) y de los apoyos de las grandes capitales europeas, la alemana está a punto de confirmar que quiere continuar al frente de ejecutivo comunitario –si los Veintisiete así lo acuerdan después de las elecciones europeas del mes de junio.

Von der Leyen ha tenido que pilotar “la legislatura de todos los peligros”, como dice un miembro del Eurocámara: con la salida de los británicos de la UE, una pandemia y una guerra en territorio europeo. Un ciclo político vertiginoso del que también ha salido un impulso impensable del proceso de ampliación de la Unión, más unidad geopolítica, y un profundo debate sobre la defensa y la autonomía estratégica necesaria para hacer frente a las nuevas amenazas y actores transnacionales.

“La concentración de poder de Von der Leyen no tiene precedentes”, reconocen desde las mismas instituciones comunitarias. Un poder “muy vertical”, se resienten desde dentro de la Comisión. Sin el liderazgo de Angela Merkel y con un Emmanuel Macron de salida, Von der Leyen ha sabido tomar posiciones. “Martin Selmayr [el todopoderoso jefe de gabinete de Jean-Claude Juncker y ex secretario general de la Comisión] iba con pantalones cortos comparado con Von der Leyen y su gabinete”, ironizaba hace unos meses un alto funcionario europeo.

Mientras París asegura que su apoyo aún está por negociar. Los volantazos en la política europea que provoca el tripartito de Berlín favorecen la continuidad de la antigua ministra de Defensa de Merkel. El pacto de legislatura que Olaf Scholz firmó con sus socios de coalición contemplaba que, en la próxima renovación de cargos comunitarios, los Verdes podrían proponer al próximo comisario alemán, si Von der Leyen no continuaba. Pero renunciar a presidir la Comisión Europea es una concesión demasiado importante, sobre todo para un país que siempre ha sabido priorizar el acceso de sus funcionarios a los máximos cargos institucionales de Bruselas, más allá de sus filiaciones políticas. Y eso que Von der Leyen despierta algunas reticencias en su propia familia, empezando por el líder del Partido Popular Europeo en la Eurocámara, el bávaro de la CSU Manfred Weber.

Retroceso de la agenda verde

El anuncio de una candidatura de Von der Leyen, posiblemente, dibuja unas elecciones europeas con las cartas marcadas, porque todas las encuestas dan una victoria en escaños al PPE. Pero no a nivel de agenda política. Basta con ver cómo las reiteradas crisis y la presión electoral están haciendo evolucionar determinados compromisos comunitarios.

Si la transición verde y el liderazgo europeo en la lucha contra el cambio climático fueron uno de los pilares del programa político que llevó a Von der Leyen a la presidencia de la Comisión, ahora hay un riesgo evidente de hacer el camino a la inversa. Por el momento, el ejecutivo de Bruselas ha levantado el pie del acelerador de la agenda verde, no sólo para calmar las protestas de los campesinos en toda Europa, sino para intentar asegurar el apoyo de algunas fuerzas de la derecha radical que le pudieran garantizar una mayoría más musculada de lo que la alianza de las tres grandes familias tradicionales (democristianos, socialdemócratas y liberales) puede llegar a sumar después de las elecciones de junio. Von der Leyen es consciente de que su primer mandato se confirmó con el apoyo más débil de la historia de la Eurocámara, y no quiere que esto pueda volver a ocurrir.

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