
En la historia del anticatalanismo, el relato mediático de Madrid sobre la deuda del FLA merecería un capítulo propio, si no un libro entero. Ahora que el gobierno del Estado ha acordado un finiquito que sigue la fórmula del café para todos –excepto, ehem, las comunidades fuera del régimen común–, igualmente los diarios de la caverna agitan el sentimiento de que son los catalanes los que ponen la mano en el bolsillo al resto de españoles. "Sánchez compra su continuidad con una superquitanza en Catalunya", titula en portada El Mundo. Y, de subtítulo, segunda taza de caldo: "Accede que el resto de los españoles paguen 17.000 millones de la renta catalana por primar a sus socios". En una línea similar, La Razón escribe que "Sánchez suma 1.900 euros más de deuda autonómica por española" y asegura que es un "traje hecho a medida de Catalunya".
Los medios de siempre atañen los datos hasta que escupen los mensajes que conviene. Estos cálculos espurios se realizan, por ejemplo, sin tener en cuenta la aportación al PIB, la renta per cápita o, sobre todo, las transferencias transferidas a cada comunidad, que son bien distintas. Tampoco se mira la balanza fiscal: la deuda es fruto de una infrafinanciación clamorosa que la caverna nunca admitirá. Tampoco se repercute el efecto capitalidad que tanto beneficia a Madrid (e igualmente acaba siendo la cuarta beneficiada de la medida en términos absolutos, por mucho que El Mundo diga que sale "castigada"). Vender la idea de que es el resto de España la que salva Catalunya sugiere que el resto de comunidades tienen un superávit, cuando en realidad también gozarán de sus respectivas finiquitos... pagadas también con los impuestos de los catalanes. Azuzar el odio interno entre comunidades autónomas: curiosa manera de articular y cohesionar a una patria que ven tan amenazada y por la que siempre duelen.