El reto de la vivienda asequible en Barcelona

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Pisos de nueva construcción listos para recibir a los inquilinos, en Barcelona

El precio del alquiler en Barcelona sigue subiendo y superando los récords anteriores. Y no para de hacerlo desde el 2021. Este año ha aumentado un 10% y ha alcanzado los 1.171 euros en el mes de media, según datos del Incasòl. Asimismo, cada vez se firman menos contratos y este 2023 se han cerrado un 15,4% menos que el año anterior. El encarecimiento no es un fenómeno exclusivo de la capital –el precio ha crecido un 8% en toda Catalunya, alcanzando los 848 euros de media–, pero en Barcelona es especialmente acusado. Mientras, la tasa de emancipación juvenil sigue cayendo: más de la mitad de los catalanes menores de 34 años permanecen en la casa familiar. Según la última Encuesta a la Juventud, sólo el 41% de los jóvenes han podido emanciparse, un porcentaje cinco puntos más bajo que hace una década.

En Barcelona, ​​los jóvenes que pretenden marcharse de casa los padres tienen pocas opciones. Si no tienen la suerte de tener una familia con recursos o un trabajo bien pagado, a menudo tienen que compartir piso (muchas veces con un grupo de amigos, con la pareja no suman) o se ven forzados a quedarse en casa de sus padres oa dejar la ciudad, aunque la vivienda de las poblaciones que están bien conectadas también es cada vez más prohibitiva. Y el encarecimiento de los pisos no es un problema sólo para los jóvenes: el precio de la vivienda en la capital es, de media, 91 euros más alto que el sueldo mínimo.

Es evidente que no es suficiente con la vía de la regulación del precio del alquiler. Las cifras dejan claro que la normativa puede haber atenuado el proceso de encarecimiento, pero que no le frena, y la picaresca –como los alquileres de temporada– encuentra agujeros para esquivarla. Por tanto, aunque se revise la regulación a todos los niveles de la administración –y habrá que hacerlo, también en el caso de los llamados visados ​​de oro que se conceden por la compra de vivienda–, es necesario abordar el problema desde otros frentes. Y esto, más allá de seguir encontrando vías para favorecer que lleguen al mercado los pisos que siguen vacíos, pasa a la fuerza por conseguir más viviendas y por mejorar el transporte público interurbano.

Si se empuja a una parte de la población de Barcelona fuera de la ciudad es necesario que pueda acceder a ella sin quedarse atascada en unas calles donde, para el bien de los ciudadanos, cada vez se quieren menos coches. Pero, sobre todo, hay que evitar en lo posible que los barceloneses que quieran quedarse en su ciudad tengan que irse por la situación del mercado de alquiler. Además de mejorar la regulación, se deben hacer más viviendas en la ciudad con un precio asequible y de forma planificada, para evitar crecimientos que después sean un problema.

La situación de la vivienda, pues, debería ser una de las prioridades del alcalde Jaume Collboni en esta legislatura. Sin olvidar la mejora del transporte público interurbano, porque éste es también un problema de Barcelona. Y las propuestas en este sentido, significativas y de impacto, no deberían hacerse esperar, porque hará falta tiempo para llevarlas a cabo y ya llegan tarde: es evidente que el trabajo realizado hasta ahora no es suficiente .

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