Mascarillas contra el cambio climático

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El precio de la luz previsto por hoy será el segundo más alto de la historia.

Parece que están a punto de salir al mercado unas mascarillas antivirus con una capacidad protectora superior a las actuales y, además, hechas con materiales biodegradables, es decir, que no generan residuos plásticos. Es una buena noticia, que tomo como ejemplo para comentar algunas cosas que están pasando estos últimos meses, y sobre las cuales creo que tendríamos que reflexionar.

1. Cuatro retos interrelacionados. Estamos haciendo frente, ya desde hace un tiempo, a cuatro retos que dificultan nuestras maneras vivir actuales: la insostenibilidad ecológica, el reto sanitario, la globalización digital y, sobre todo, la creciente desigualdad entre personas y entre países. Los cuatro representan peligros, pero también oportunidades para nuestro futuro. Pienso que las decisiones, defensivas o positivas, que tomamos sobre cada uno de ellos no siempre tienen en cuenta las repercusiones sobre los otros. Comento algunas situaciones que me preocupan.

2. Solidaridad y autoprotección. Se habla mucho la insostenibilidad, pero a menudo se añade “del planeta”, “de tal especie”, o “del clima”. Parece que se nos pida ser solidarios con todo esto, pero la realidad es más simple. La realidad es que el planeta no podrá seguir dando vida a unos 7 o 8 mil millones de personas con el modelo de vida que tenemos ahora los 2 o 3 mil millones que denominamos “desarrollados”; ¡y todavía menos si llegamos a 10 o 12 mil millones...! Por lo tanto, sin olvidar la solidaridad, lo que tenemos que pensar es sobre todo que es también para la propia protección y la de nuestros sucesores. No se trata solo de proteger a las ballenas o al clima, sino también a la especie homo. Quizás así será más fácil comprometerse. 

Siguiendo con la sostenibilidad, veo que se habla mucho transición energética, y a menudo se entiende como el hecho de cambiar los combustibles fósiles por los renovables, el sol y el viento. Esto es importante, pero todavía lo es más aumentar la eficiencia en el uso de la energía que cada uno de nosotros utiliza, de forma que aprovechemos un porcentaje importante de la que se genera y no una pequeña parte, como pasa ahora por las grandes pérdidas que tiene todo el proceso. El cambio de combustible es una acción global, pero ganar eficiencia es una responsabilidad personal que a menudo olvidamos. No se trata solo de pasarse a la energía solar, sino de ser mucho más cuidadosos con nuestro consumo.

3. Salud individual y salud global. Se tiene que proteger la salud de las amenazas de los virus. El aumento de los conocimientos científicos y las herramientas tecnológicas modernas, tanto biológicas como digitales, nos ayudan a ello. Nos permiten crear armas sanitarias y nos permiten evitar la transmisión reduciendo, cuando hace falta, la presencialidad en el trabajo, en la vida social o en el transporte. Pero el egoísmo nacional de no compartir los conocimientos y las herramientas (piense en lo que pasa con las vacunas) hará que cueste mucho más ganar la batalla y será un elemento más que provocará un aumento de las desigualdades entre personas en función del lugar donde viven y de su posición social. 

La capacidad de transmitir información por vía digital está haciendo más patentes las diferencias, aumenta la conciencia de desigualdad y agrava las confrontaciones a nivel local y global. Mientras una parte importante de la población mundial siga sin estar protegida contra la infección, la batalla contra el virus no estará ganada; y esta desigualdad será un elemento más que se unirá a las muchas carencias de oportunidades y desigualdades, y será una nueva causa de migraciones y de tensiones globales.

4. Decisiones políticas difíciles. Entiendo que muy a menudo las medidas que se tienen que tomar en el ámbito político tienen consecuencias positivas de cara a algunos retos, pero generan dificultades a otros grupos. Casi siempre hay ganadores y perdedores. Es por eso que hay que tener en cuenta dos principios.

En primer lugar, hay que ser muy cuidadosos y transparentes al medir la importancia de los efectos tanto en un sentido como en el otro y, una vez decidido que los resultados positivos esperados superan los posibles problemas creados, hay que establecer una serie de medidas de compensación que hagan menos penosa la situación a los perjudicados. Son decisiones políticas, tomadas con el asesoramiento experto pero no dejándolas en sus manos. Hay que aceptar la responsabilidad, hacerlas transparentes y muy explicadas.

En segundo lugar -y vuelvo a las mascarillas- el ideal sería encontrar medidas que, siendo útiles para hacer frente a un reto, no puedan empeorar los otros. Por supuesto, si sirven para mejorar dos, estaríamos en una situación ideal. El ejemplo de la mascarilla biodegradable, si mejora la eficacia del filtraje y anula la generación de residuos, es un caso modelo. Me he preguntado a veces si no sería conveniente que las instituciones, públicas o privadas, que organizan acciones de financiación de programas de investigación científica o tecnológica añadieran criterios de este tipo a las bases de sus concursos. 

Joan Majó es ingeniero y ex ministro

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