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22/02/2025
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Una de las figuras más veneradas por los intelectuales de izquierdas es Antonio Gramsci, un autor difícil de leer pero que aportó una serie de ideas que revolucionaron el simplismo que había caracterizado (y que sigue caracterizando) al marxismo militante. Una de sus ideas centrales es que el dominio social se ejerce sobre todo a través de la persuasión, por lo que el objetivo más importante de las clases dominantes es que las dominadas hagan suyas una serie de ideas que justifican el dominio del que son objeto. La labor de los intelectuales, pues, es crucial. Por parte de unos, para imponer estas ideas; por parte de los demás, para desacreditarlas e imponer otras en las que el dominio aparezca como una imposición antinatural. La pugna intelectual –siempre siguiendo a Gramsci– se entrega en una serie de "batallas de posición" en cada una de las cuales de lo que se trata es de que una idea concreta pase a ser considerada de sentido común, o, por el contrario, que deje de serlo. Por ejemplo, que los directivos deben ganar mucho porque su trabajo es crucial para la supervivencia de miles de puestos de trabajo, o que los trabajos de cuidados son de poca productividad y que por tanto sólo pueden ser retribuidos modestamente.

Así pues, gracias a Gramsci la izquierda conoce bien la teoría. Lo que sorprende de la situación actual es que quien la esté aplicando hoy en Occidente sea sólo la derecha.

En el panorama español, uno de los gurús de esta teoría es Jesús Fernández Villaverde, un prestigioso economista académico activo en diversas instituciones de EE.UU. Expresa sus ideas con convicción y claridad y es muy escuchado. Es de esas personas que está consiguiendo que ideas nuevas pasen a ser de sentido común. Destacaré cinco.

Primera. El tema del siglo XXI es el colapso demográfico, porque "España no puede sobrevivir como nación con una tasa de fertilidad del 1,2%". Como ejemplo, Villaverde predice la extinción del catalán en el 2060 (sic) debido a la baja fertilidad de los catalanohablantes.

Segunda. La inmigración es un mal negocio, es decir, que es falso que ayude a pagar las pensiones. Cierto es que hay cientos de estudios que demostrarían que la inmigración hace una aportación neta a la financiación de los servicios públicos, pero sólo porque se fijan en el efecto inmediato: el inmigrante llega y empieza a trabajar ya pagar impuestos. Teniendo en cuenta toda la vida del inmigrante –es decir, también su jubilación–, la aportación es negativa salvo en el caso del inmigrante muy calificado. Acertadamente, Villaverde dice que aquellos estudios son "mediocreos", y compara la aportación inicial con un "chut de coca".

Tercera. Necesitamos un Estado fuerte, y si España no lo tiene es porque en el siglo XIX el régimen liberal no fue capaz de imponerse por las armas a los carlistas. Esta debilidad se manifiesta hoy en la presencia en el Congreso de los Diputados de cuatro partidos carlistas: Junts, ERC, PNV y Bildu, y en la fragmentación del mercado español en "17 realidades diferentes" que dificultan que las empresas ganen el volumen que necesitan para asumir riesgos e inversiones.

Cuarta. Es necesario impulsar el crecimiento económico, tarea que considera una de las dos funciones básicas del Estado (la otra sería la defensa), ya que la falta de crecimiento provoca unos problemas sociales y políticos gravísimos. El legado de Merkel, Von der Leyen y en general de la Comisión Europea es nefasto porque está ahogando en un mar de normas la capacidad de Europa para liderar la nueva revolución tecnológica, y en particular la que representa la inteligencia artificial. Lejos de reivindicar el franquismo, se denuncia que nadie defiende con mayor empeño su legado que Yolanda Díaz manteniendo la rigidez laboral. La gran oportunidad de España radicaría en la posibilidad de dotarse de energía barata gracias a una combinación de renovables y nucleares. Cerrar las nucleares, "repitiendo el error que ahora todos reconocen en Alemania, sería una frivolidad imperdonable".

Quinta. Madrid es la feliz excepción de una comunidad en la que se cree en la creación de riqueza en medio de una España obsesionada por el reparto.

No todas estas ideas son aplaudidas con el mismo entusiasmo, pero lo que me parece relevante es que están muy lejos del "neoliberalismo" que la izquierda empeña en denunciar. Si la derecha triunfa en Occidente (España es en esto todavía una excepción) es porque ha sido capaz de renovar su proyecto político construyendo un discurso coherente y atractivo. La izquierda se equivoca si se piensa que conseguirá frenarlo a base de repetir palabras como fascismo o autoritarismo. Del mismo modo que quienes se escandalizaban ante el matrimonio homosexual acabaron sepultados, también lo serán los que ahora sólo saben escandalizarse ante Trump o Meloni.

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