El 4 de abril de 1998 me hicieron una pregunta que no supe responder. Recuerdo. El micro en los morros. Un segundo. Ya me perdonará, pero ahora reviso el guión. Tengo guardado todo lo que he hecho en esta vida y en la de más allá. Cinta en bruto. Leo. Él dice que por qué le hago la entrevista en español. Que por qué no la hago en catalán y subtitulamos en castellano. No sé responder. Digo que yo, que yo esto lo hago por una tele española. ¿Hola? Delante tengo a Jordi Madern, primo de JV Foix.
Era 1998 y hacía un reportaje sobre la pastelería del poeta-pastelero. Sarrià para mí era como Mount Vernon (Arkansas). Lejanía. Tengo hambre: quiero carquiñoles, o un pedazo de mantequilla en vena. Hola, me llamo Francesc Canosa Farran y he sido un yonquio de Foix. Payo, flípate. Dame cereza curandera, pastelero de la era sin melena, que la mía cojera es llana. Foix ha sido una drogueta. Dosificada, señor. A ratos. No piense daño. Hágame un análisis y encontrará colesterol bueno foixiano. Y ahora nos sale esto de la biblioteca. Que se ve que votan, o le botan. Esta pseudodemocracia es para los países en mal estado, sin estado. Si esto fuera un puñetero país normal Sarrià tendría una biblioteca desde hace años y cerraduras y se llamaría JV Foix de patac, porque nos exalta el huevo del pozo y nos enamora el sidral-sideral. Ay, ¿quién no te quiere, Foix?
Ya nos avisaste. Nos lo dijiste en 1920. Sucamos el melindro foixiano: “En el seno de la magna Barcelona ensalzada por los poetas, por los artistas y por los patriotas, se ha nutrido una nueva ciudad: la Barcelonota. Tiene todos los vicios de una mocosa que tira a bagaza, y con la impetuosidad con la que satisface todas las impulsiones caprichosas de su instinto, está a punto de asediar a la ciudad noble, frente al patriota ardiente. En la Barcelonota, el gran Maragall le ordenó un himno; pero analfabeta de espíritu, no ha comprendido su cordura capital y ha preferido apropiarse a su honor de los cuplés de baja inspiración y simbolizarse al modo de una bailadora de la Bohemia pasticando el al alegoría de un escenógrafo, tal, y dejándose interpretar por un actor cualquiera de vodevil”. La Barcelonota y la Catalunyota es la que no quiere- entiende que la biblioteca se llame JV Foix.
La Barcelonota-Cataluñota borracha desmemoriada. Zigzagueando con una pítima sin llaves de casa. Regidora sangrienta por calles, tiendas, pisos. Herida, como un jabalí despedido, se expresa a desgarradas irracionales, inconexas, moribundas. Más bestia que persona. No sabe ni quién es Foix, ni qué es Sarrià. La Barcelonota expulsa a los vecinos para que vivan alienígenas ricos y analfabetos y estereotipos de paredes. Ellos sí; tú, no. Tú diste dulzura, ellos paladas de cemento de agro. Foix es ya un expatriado de la patria.
Ya hace tiempo que se entiende todo. Demasiado que se entiende. Entiendo la entrevista de 1998. Ya no es la lengua, es que ni podemos subtitular la realidad. Precisamente la realidad es la que se penaliza. Ser de Sarrià es una pena, una condena. Antes preferirían la biblioteca Doraemon 3456 que JV Foix. Primero el cupcake, el brunch y el chuki-chuque que las conchas, los panellets, los pasteles... Quizás el problema es este. ¿Por qué molesta, Foix? ¿Por la lengua? ¿La pastelería?
Quizás porque él es la realidad. La más pura, la más dura. Ella es. Porque “Y todos estos aspectos de la Barcelonota corresponden a una letanía que no tiene otra ora pro nobis que sudor y pixum repetido hasta languidecerlo”. Foix declarado inmigrante en su casa. Éste es el mensaje. Sin Foix se va cojo. Sin Foix no hay bollo. Vota Biblioteca Foix. Vota, no salta. La cultura es la cultura: no tu tortura.