No es libertad de expresión, es derecho al odio


Tanto preocuparse por la influencia rusa en el proceso independentista de Catalunya o en las elecciones de los principales países europeos, y ahora resultará que la gran injerencia es la estadounidense. El discurso del vicepresidente Vance, en Múnich el pasado viernes, fue la declaración oficial de que los nuevos referentes europeos de la Casa Blanca son los gobiernos y los partidos de extrema derecha. El domingo hay elecciones en Alemania y Elon Musk, mano derecha del presidente Trump, ya hizo campaña en enero por Alternativa para Alemania animando a los alemanes a votar a la ultraderecha con el argumento de que "hay que dejar atrás la culpa del pasado", como si las hileras de tumbas en los acantilados de Normandía no fueran de jóvenes soldados americanos muertos.
La gran falacia del nuevo gobierno americano es presentarse como el defensor de la libertad de expresión sin limitaciones, no como Europa, que estaría poniendo en peligro el free speech cuando pretende hacer responsables a las redes sociales de los contenidos que se cuelgan. En realidad, cuando la nueva doctrina americana habla de libertad de expresión está hablando del derecho a odiar y mentir a gran escala, que ya sabemos que es muy fácil tecnológica y rentable electoralmente, pero que lleva al desastre a cualquier sociedad. Esta es la lección que los europeos no podemos olvidar.
Seguro que en el damero internacional hay piezas que se mueven por intereses que se nos escapan, pero el anuncio de las conversaciones Trump-Putin ha hecho sonar la campana de un nuevo y grave tiempo para Europa. Esta tarde a las 16 h hay cita en París para dar una respuesta a la posición de Trump en relación con la guerra de Ucrania. Vienen tiempos de presupuestos con más cañones que mantequilla.