Los resultados del PISA para Cataluña han sido como una gran roca lanzada en aguas estancadas; y suponen un primer beneficio: nos hemos puesto a hablar de educación, no desde la impresión de que todo va bien y ya hacemos más o menos lo necesario, sino desde la preocupación de saber que deben fallar muchas cosas, cuando les niveles educativos testados están peor de lo que estaban y por detrás de zonas y países que siempre hemos considerado más atrasados que nosotros. Parece pues que hay que hacer un buen pensamiento sobre la educación y saber que falla, el porqué de los malos resultados y por dónde habría que rehacer nuestro sistema educativo especialmente en los tramos obligatorios.
De razones del tropiezo –no quiero hablar de desastre, término excesivo por una cuestión sometida a formas de evaluación tan diversas y problemáticas– han salido muchas estos días, y la gran mayoría ciertas, desde mi punto de vista vista: la primera la desigualdad económica y social. Hay que volver a decirlo: en una sociedad donde 375.500 niños viven por debajo del nivel de pobreza y un 11,6% tienen carencias graves en sus necesidades básicas, ¿cómo pueden pensar que la escuela hará el milagro de interesarles por las matemáticas? Aún hay muchos hogares en Cataluña sin un solo libro: ¿nos sorprende que haya criaturas con baja comprensión lectora? La educación no puede igualar situaciones tan desiguales, es encargarle un trabajo que no le corresponde y que es excesivo. Escuela para todos es equivalente a igualdad, ¿cuándo se parte de situaciones tan diversas como la de exceso o carencia de alimentos?
Han salido muchas otras razones: la inmigración, que indudablemente complica la socialización, cuando no se posee bien la lengua . La falta de inversión suficiente, los recortes, la poca consideración del profesorado... Por supuesto, razones evidentes que no necesitan mucha más investigación. Quisiera señalar todavía otra cuestión que he visto menos mencionada en los comentarios que se han hecho y que, en cambio, me parece fundamental.
Pensemos: ¿para qué debe servir la educación? Siempre ha sido un medio de socialización para reproducir, en las nuevas generaciones, las capacidades y mentalidades de las anteriores. ¿Pero qué pasa en una sociedad tan cambiante como la nuestra? Que los anteriores modelos ya no sirven. En sociedades precedentes la mayoría de la población debía aprender disciplina, para poder adaptarse a trabajos repetitivos que no admitían la innovación. De ahí las pedagogías memorísticas, las largas sumas, la copia de frases, las listas de reyes. No pretendas inventar, copia, repite. Ahora estamos en las antípodas de aquella situación: los puestos de trabajo que hoy crecen necesitan creatividad, iniciativa, inventiva. No podemos copiar modelos antiguos, sino estimular la confianza en las capacidades de cada uno para innovar justamente. El modelo educativo anterior ya no sirve. ¿Quiere decir que los niños y niñas no deben aprender a leer oa contar? Es evidente que sí, y lo harán si lo ven útil. Cómo deben aprender a conducir, a utilizar un ordenador, a moverse por la ciudad, y se lanzan a hacerlo generalmente con entusiasmo, porque saben que son destrezas absolutamente necesarias para vivir.
No hemos desarrollado suficientemente la reflexión y la experimentación sobre nuevos modelos pedagógicos. Cataluña vivió un gran momento educativo hace un siglo; después la oscuridad; más tarde, gracias a unas cuantas personas, encabezadas por la Asociación Rosa Sensat, pudieron recuperarse parte de los avances pedagógicos destruidos por el franquismo y formar unas nuevas generaciones de profesorado entusiasta, que hizo un gran esfuerzo por la construcción de una escuela democrática, catalana, igualitaria. Gracias a este esfuerzo nos ha ido bastante bien durante un tiempo.
Pero todo esto ya es historia; era necesario un nuevo empuje para repensar y poner al día la educación, en una sociedad tan diferente a la de hace 40 años; en un mundo muy individualista, en el que se han puesto en duda casi todas las fórmulas y clasificaciones antiguas, porque se ha considerado, con razón, que eran opresivas. Hace unos 10 años, este empuje se produjo, nacido de las escuelas, del profesorado que se daba cuenta de que era necesaria una nueva manera de enseñar, porque la educación ya no puede ser aprender a repetir el pasado, a aceptar las rutinas y repeticiones. Por razones diversas, esa ola quedó extinguida, o, al menos, silenciada. No tuvo suficiente apoyo de la administración, que habría tenido que ayudar a experimentar los nuevos métodos, a cribarlos, a modificarlos cuando era necesario, a generalizarlos.
Como siempre que una fuerte ola no llega a transformar la realidad en el sentido necesario, se produce un paso atrás. Y así estamos. Siempre es más fácil creer que todo va bien si, simplemente, la próxima vez obtenemos mejores notas en el PISA.