Renta universal, experimentos y feminismo

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Vecina en el barrio de Bellvitge, en l'Hospitalet de Llobregat.

El acuerdo de investidura entre ERC y la CUP incluye un punto referido al establecimiento de una renta básica universal (RBU). Concretamente, dice que en 2021 se diseñaría un plan piloto, que en 2022 se implementaría “por franjas de edad más vulnerables” y que, finalmente, en 2023 se evaluarían sus impactos y se formularían propuestas para ampliarla, “si es el caso”.

Desde estas páginas, Germà Bel replicó (24-3-2021) argumentando, entre otras cosas, la imposibilidad de que la Generalitat pueda financiar una RBU y, posteriormente, Sáez Mateu (6-4-2021) insistía con los mismos argumentos y concretaba que Finlandia había desmantelado un experimento como el que ahora se propone “reconociendo, sin muchos eufemismos, que había sido un rotundo fracaso”.

Yo, por el contrario, querría explicitar mi simpatía por la propuesta y, en general, por la realización de experimentos como el que se plantea. Las razones para apoyarlos las expresó de manera brillante Víctor Lapuente en el libro El retorno de los chamanes, donde establecía la distinción entre los políticos que tienen respuestas prefabricadas y las prueban imponer, si es posible de forma rápida (y de aquí el atractivo para muchos del sintagma plan de choque), y los que, por el contrario, conscientes de que ignoran muchas cosas, introducen las reformas de manera progresiva para poder corregir el rumbo si los resultados se demuestran erróneos. Lapuente denominaba a los primeros “chamanes” y a los segundos “exploradoras” (en un significativo femenino), y sus opiniones sobre los unos y las otras están condensadas en el subtítulo del libro: “Los charlatanes que amenazan el bien común y los profesionales que pueden salvarnos”.

El caso es que hay argumentos a favor y en contra de la RBU. Por mi parte, me he manifestado en varias ocasiones contrario, y creo tener argumentos de peso para sostener mi suspicacia, pero no están basados en evidencia empírica, que es lo que un experimento como el que se propone podría proporcionar. Simétricamente, celebro que los firmantes del acuerdo acepten implícitamente que el plan piloto puede fracasar, y la prueba es que hablen de ampliarlo “si es el caso”.

Ahora bien, todo experimento tiene limitaciones. Por ejemplo, hay quien argumenta que la prueba de la RBU ya se ha llevado a cabo durante décadas en las reservas amerindias con resultados catastróficos. El argumento no es sólido, porque en las reservas coinciden otros factores (como el desarraigo cultural). Otra cosa sería si la RBU se hubiera implantando solo en algunas reservas, y si solo en estas observáramos los niveles de alcoholismo, suicidio y paro que ahora observamos en todas. Por otro lado, y en cuanto a la prueba piloto acordada, tenemos que recordar que una RBU tiene dos caras: por un lado, consiste en un aumento muy significativo de la presión fiscal (necesaria para financiarla) y, por la otra, en una subvención incondicionada a todos los miembros de una sociedad. Obviamente, el experimento que han acordado ERC y la CUP no permitirá medir los impactos de la primera cara (en forma de fuga de contribuyentes, por ejemplo), y será importante reconocer esta limitación a la hora de evaluar los resultados.

Por otro lado, será necesario liberarse de la tiranía de las medias, porque a menudo justificamos una medida porque beneficia a una mayoría, sin importarnos si perjudica a una minoría. 

Por ejemplo, uno de los razonamientos que hacen los defensores de la RBU es que no se traduciría en una reducción de la disposición a trabajar por parte de los que hoy se sitúan por debajo del umbral de la pobreza, sino que supondría, más bien al contrario, un estímulo, porque ahora dispondrían de más tiempo y energías para buscar trabajo y porque encontrarlo no pondría en riesgo los subsidios a los que ya tienen derecho. 

Ahora bien, en nuestra sociedad multicultural hay colectivos para los cuales el papel de la mujer está en casa, y que trabaje fuera constituye un mal a evitar; Najat El Hachmi habla de las mujeres cuya profesión es visitar regularmente Cáritas. Como todo pone de manifiesto que estos colectivos están reforzando algunos rasgos culturales, y muy en particular el que corresponde a la subordinación de la mujer, no resulta inimaginable que la RBU pueda reforzar este repliegue al hacer más innecesaria la búsqueda de ingresos familiares fuera de casa.

La igualdad de géneros en Occidente dio un paso de gigante cuando las mujeres tuvieron que sustituir a los hombres en las fábricas durante las guerras mundiales. Simétricamente, habrá que examinar los efectos de la prueba piloto para comprobar si la RBU no reforzaría el patriarcado allá donde ya es más fuerte, convirtiéndose así en una medida profundamente antifeminista.

En consecuencia, adelante con la prueba piloto, pero mucha perspicacia a la hora de diseñarla y mucha ecuanimidad a la hora de interpretar los resultados.

Miquel Puig es economista.

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