Repeticiones electorales: ¿quién saldría ganando?

Los expresidentes Jordi Pujol y Carles Puigdemont, en el encuentro en Sant Miquel de Cuixà, con otros expresidentes y el actual, Pere Aragonès.
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Los partidos de obediencia catalana han sido en muchas ocasiones potencialmente decisivos para la investidura de presidentes del gobierno central. También ha pasado en pleno Procés. Pero pasar de la potencialidad a la realidad no ha sido fácil. En las elecciones de diciembre del 2015, después de unos años de dura crisis económica, el PP se derrumbó –pasó de 186 a 123 escaños– y perdió la mayoría absoluta. Un partido nuevo, Ciudadanos, sacó cuarenta, lo que insinuaba la posibilidad de un gobierno que se presentaría como centroderecha. Pero no era posible sin pactar con “minorías nacionales”, algo que tanto el PP como Ciudadanos descartaban por completo. Quizás ese pacto era más posible con un gobierno de izquierdas, con un PSOE con 90 diputados y Podemos, la otra novedad del momento, más lo que quedaba de IU, que sumaba 71. Pero tampoco lo fue, a pesar de los nueve diputados de los que disponía ERC, los ocho de CDC (Democràcia i Llibertat) y los seis del PNV. CDC y el PNV podían dar la victoria a la derecha mientras que ERC, con el PNV o con CDC, podía dar la victoria a la izquierda. Pero ningún partido español quiso pactar ni con CDC ni con ERC, que eran quienes podían facilitar mayorías. La agenda independentista de los partidos catalanes los convirtió en "intocables" a ojos de los partidos españoles. El bloqueo llevó a una repetición electoral.

Las elecciones de junio del 2016 dieron otros seis escaños a la derecha y cinco menos a la izquierda. Ambos bloques seguían sin poder gobernar, y ninguno de los dos quería pactar ni con CDC ni con ERC, que habrían hecho posible una investidura sumando, en cualquiera de sus dos hipótesis, los votos de partidos vascos. Recordemos que el PSOE acabó absteniéndose, después de meses de tensión, para facilitar la investidura de Rajoy. Pedro Sánchez dimitió de diputado para no ser corresponsable de dejar gobernar a Rajoy y los diputados del PSC votaron que “no” a Rajoy, y fueron multados por el PSOE.

A finales de mayo del 2018, aprovechando la condena judicial por corrupción del PP, se organizó una coalición de todos los partidos de izquierdas y “periféricos”, que planteó una moción de censura que llevó, el 1 de junio, a Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno. El gobierno fue inestable y en febrero del 2019, dada la negativa de ERC (con la plana mayor encarcelada –y en pleno juicio del Procés– o en el exilio) a votar los presupuestos del Estado y las ganas que tenía Pedro Sánchez de quitarse de encima el apoyo de ERC, el presidente español disolvió Las Cortes y convocó elecciones.

Las elecciones de abril de 2019 fueron moderadamente favorables al PSOE, que subió hasta 123 diputados. Ganó muchos escaños, pero principalmente a expensas de Podemos. La sorpresa fue el éxito de Ciudadanos, que, con un programa que parecía centrista, obtuvo 57 escaños y podía formar gobierno con el PSOE. Albert Rivera rechazó incomprensiblemente la posibilidad de un buen pacto con ellos. Quería nuevas elecciones y superar al PP. Despreció el peligro de la entrada de Vox en el Congreso. Por otra parte, en abril de 2019 los quince escaños de ERC habrían sido suficientes para investir a Sánchez, pero él no quiso aceptarlos. Pedro Sánchez quería quitarse a Podemos de encima, no depender de ERC y hacer gobierno solo. Como mucho, festejaba a Ciudadanos, con quien no competía directamente. El rechazo de Rivera llevó a nuevas elecciones.

La repetición electoral de noviembre del 2019 fue cruel para el PSOE, y más aún para Ciudadanos, que casi desapareció, en provecho del PP y de Vox. En cambio, tanto PSOE como Podemos perdieron algunos escaños. Sánchez no tardó ni una noche en dar marcha atrás en la negativa a pactar con Podemos y concretó rápidamente un pacto de investidura con ellos. La fuerza de ERC era, en términos negociadores, menor de la que había sido en el momento de la primera investidura de Sánchez, el 1 de junio del 2018, y menor de la que había sido cuando pudo forzar la continuidad de Sánchez, aprobando los presupuestos.

En resumen, las repeticiones electorales no han sido productivas para las fuerzas políticas de obediencia catalana. De hecho, las dos que se han producido hasta ahora fueron por la negativa de las fuerzas estatales a tener tratos políticos con fuerzas independentistas. Y si se produjera una tercera, sería por el mismo motivo. Sánchez luciría que no ha cedido a la presión independentista. La diferencia ahora es que Sánchez busca el acuerdo, pero cada día hace balance sobre lo que le sale más a cuenta, si pactar o volver a votar. Hay que pensar bien si sale a cuenta a los partidos independentistas, formando parte de España, no aprovechar la ocasión de condicionar la formación de un gobierno central no antagónico y abocarse a una repetición electoral. También debe considerarlo atentamente Sánchez, a quien nunca le ha salido bien repetir elecciones.

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