Vecinos de Paiporta encienden velas tres meses después de la riada que se llevó vidas y casas.
31/01/2025
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Esta semana, mientras en el Ayuntamiento de Valencia se debatía una moción sobre los comités de reconstrucción locales, impulsados por los ciudadanos afectados por la DANA, el concejal de Grandes Proyectos y Patrimonio, José Marí Olano del PP, consultaba un portal de venta de vinos online. Tres meses después de que el agua y la negligencia arrasaran el País Valenciano, esta imagen del concejal de título pomposo distrayéndose de sus obligaciones representa de manera ejemplar lo que suele ocurrir después de las grandes catástrofes, cuando ya han pasado las puestas en escena políticas, las promesas que no pueden cumplirse y las caras de pena estándares. Siempre con honrosas excepciones, afortunadamente. En tres meses quedan miles de coches por retirar, muchos estudiantes todavía no han podido regresar a sus centros, continúan las afectaciones en el alcantarillado y las ayudas llegan con la misma puntualidad que un Cercanías. La recuperación de las zonas afectadas es tan lenta como se preveía mientras se lanzaba barro a la monarquía. Pero a un concejal ya le da pereza el tema y mira qué vino puede comprar por internet. La empatía no está a la venta.

La DANA lo arrasó todo rápidamente, las vidas y el paisaje. Sabemos que por culpa de la incompetencia y de construir allí donde no debería construirse la desgracia fue mucho mayor de lo que debía haber sido. Lo único que no puede controlarse son los fenómenos meteorológicos. Pero tantas vidas y tanta muerte responden a unos cargos incapaces de hacer frente a la realidad si la realidad no tiene que ver con sus propios beneficios. Es evidente que nadie se recupera de algo tan trágico en solo tres meses. Es evidente que nadie espera que todo esté solucionado, limpio y arreglado en un período corto de tiempo. Pero sí debería esperarse (no se espera porque nos hemos acostumbrado a la desidia) que se ponga la máxima eficiencia y que quien se dedica a la política esté a la altura de las circunstancias.

Cuando se pedía dinero para ayudar a los afectados por la DANA, las redes se llenaron de comentarios que mostraban la desconfianza del destino de ese dinero. La percepción, justificada, es que acabarían en manos "de los mismos", es decir, los que aprovechan cualquier desgracia para enriquecerse. Cuando se supo que Mazón había adjudicado la reconstrucción a una empresa vinculada al caso Gürtel se confirmaba lo peor. Aunque lo peor ha sido ver cómo ha salido adelante un presidente fanfarrón que, para mantener su cargo, ha negado las evidencias y se ha quitado toda la responsabilidad de encima. Y todo ello responde al mismo perfil del concejal que compra vino cuando se habla de los afectados.

Tres meses después no se ha generado la confianza institucional que se necesita pero que, como decía, tampoco se preveía. La confianza se ha perdido por completo. Y esta es una de las otras grandes catástrofes con las que vivimos: que se cuide tan poco de las instituciones que nos organizan como ciudadanía que la ciudadanía solo acabe confiando en que estas instituciones las llenarán corruptas o negligentes. O ambas cosas. Los grandes defensores de la unidad de España son los mismos incapaces de unirse cuando su España tiene una emergencia descomunal y aprovechan el barro para enmerdarlo todo aún más.

Un concejal compra vino durante el pleno del Ayuntamiento tres meses después, un presidente almorzaba hasta las seis de la tarde el día en que las tormentas caían sobre el País Valenciano y, mientras ellos continúan en su sitio, el resto todavía quita barro. Cómo se burlan y qué poca gracia tiene.

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