El premio que merecían Anna Pérez Pagès y Carolina Rosich


BarcelonaLa primera persona que pensó que yo podía recomendar libros en la tele fue Toni Puntí, un día de Sant Jordi. Poco después, pasé a formar parte de un programa en el que él también hacía de presentador, un "contenedor de cultura" que se llamaba Elección33. Me sentía una privilegiada por estar trabajando con él, que siempre había sido un referente para mí. Las veces que le había visto en la tele, y ahora le tenía de compañero. (Un compañero muy generoso, por cierto. Gracias, Toni.) El martes, mientras miraba cómo recogía el primero Premio de Periodismo Cultural Anna Pérez Pagès, pensaba que Carolina Rosich debe representar el mismo referente para las generaciones de periodistas culturales que nos vienen detrás. De hecho, Carolina es un referente para las que nos vienen detrás, para las que compartimos generación, y estoy segura de que también para las que llegaron antes al periodismo cultural. Su forma de trabajar es puro orgullo de tele pública. Siempre trata los temas de forma impecable, rigurosa, ya la vez cercana, con un estilo personal que admiro mucho.
La elección del jurado, formado por Manel Carrasco, Natza Farré, Juan Carlos Olivares, Lucía Ramis y yo misma, fue unánime. También lo fue la reacción del público del Espai Lliure, cuando se anunció su nombre: grandes aplausos y alegría general. Cuando los compañeros de profesión te reconocen así, con ese entusiasmo, significa que lo estás haciendo muy bien. Las organizadoras del premio, Anna Aurich, Julia Bertran, Neus Masferrer, Claudia Rius, Gemma Ruiz Palà y yo, no podemos estar más contentas y orgullosas de esta elección. Anna Pérez Pagès también lo habría sido, estoy convencida.
Este premio nace para homenajearla, porque, como dijo Rosich en su discurso, Anna era un faro para todas las personas que nos dedicamos al periodismo cultural. Por eso, el premio ha llegado para recordarla, pero también por ser un punto de encuentro anual de la gente del oficio. Una gente que se rió mucho con la versión de la famosa canción italiana Parole, parole que hicieron nuestros presentadores estrella, la vedete Glòria Ribera y el periodista cultural Oriol Puig Taulé. Su parodia recogía vicisitudes del oficio, y mientras uno iba cantando "palabras, palabras, palabras", la otra anunciaba la creación de un programa-contenedor de cultura que se emitiría "domingo a las doce de la noche, claro", la anulación de otro programa "por qué hoy juega el Barça" e, incluso hoy juega el Barça "y, incluso?
Estoy convencida de que todas las personas que nos dedicamos al periodismo cultural nos hemos encontrado en alguna de estas situaciones. Yo misma he aprovechado el tiempo de la sección que me han anulado hoy en la radio, porque querían hacer tertulia sobre el Barça, para empezar el artículo. El martes, la catarsis colectiva fue hermosa. Durante un rato, los que nos dedicamos al oficio sacamos pecho. Estábamos en un oasis que nos hizo olvidar que, cuando juega el Barça y no hay sección, no la cobras. Que cada vez nos pagan peor, y protestar ya protestamos, pero hasta cierto punto, porque también tenemos que pagar el alquiler. Como comentábamos con un amigo, que fina la línea entre ser la piedra en el zapato que reivindica espacio para la cultura, y el miedo que hace que acaben pasando de ti, por pesado. Qué drama, la precariedad del sector, que hace casi imposible decir que no a algo. Qué lástima, las publicaciones que cierran, las páginas que se reducen, los programas que desaparecen. Qué escándalo, que se mida la cultura a peso, y no por su calidad. Cuántas ideas para la canción del próximo año. Palabras, palabras, palabras.