China

El mito de un bloque antioccidental liderado por China

El presidente ruso, Vladimir Putin, encajando la mano al presidente chino, Xi Jinping
Analista de Relacions Internacionals
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BarcelonaEn 1969, el gobierno chino empezó a construir una ciudad subterránea en Pekín. El objetivo era que el 40% de la población de la capital pudiera refugiarse allí en caso de un ataque nuclear. Mao Zedong no estaba preocupado por los americanos. La amenaza nuclear más plausible para los chinos era la Unión Soviética. Diez años más tarde, un ejército invadía el Vietnam comunista. No eran los franceses, ni Estados Unidos. Quien los atacaba ahora era el ejército de China. La ofensiva militar era una represalia: meses antes, el gobierno vietnamita había invadido Camboya, un país también gobernado por un grupo comunista, los Khmers Rojos de Pol Pot.

La narrativa dominante de la Guerra Fría siempre ha hablado de un bloque homogéneo comunista. La realidad es que las potencias socialistas tuvieron frecuentemente conflictos e intereses muy diferentes. Tratarlas como un bando monolítico empobreció el debate intelectual y las estrategias políticas. Éxitos diplomáticos como la apertura de la China de Mao a Estados Unidos se dieron porque se superó la propaganda sobre un mundo comunista unificado.

Pero la historia a menudo se repite. Volvemos a hablar de un nuevo bloque opuesto a Occidente. El de ahora estaría liderado por China, junto a Rusia, Irán y Corea del Norte. Sin embargo, la supuesta cohesión de este nuevo bloque antioccidental es aún más débil que en la Guerra Fría. Antes, los países que lo formaban compartían una misma ideología comunista. Ahora, en cambio, lo único que les une es su enfrentamiento a Estados Unidos.

En primer lugar, los miembros de este bloque no tienen los mismos enemigos. Mientras que Rusia tiene un enfrentamiento claro con la Unión Europea, China siempre ha buscado tener buenas relaciones con Bruselas. Para Irán, la prioridad es regional y se enfoca en Israel y Arabia Saudí. Para Pyongyang, el mundo entero es hostil más allá de sus fronteras.

En segundo lugar, unos buscan estabilidad y otros caos. China se beneficia del sistema internacional y la globalización: lo que quiere hacer es reformarla para promover sus intereses. En cambio, Rusia, Corea del Norte e Irán necesitan hacer acciones disruptivas para poder influir en un contexto internacional que no les favorece. Incluso cuando colaboran, sus agendas son distintas: Rusia ha invadido Ucrania con objetivos imperiales; Corea del Norte ha enviado a mercenarios para conseguir tecnología militar y divisas.

En tercer lugar, el supuesto bloque antioccidental tiene intereses en conflicto. Rusia e Irán compiten en el mercado de los hidrocarburos y por ser líderes en el mar Caspio. Para Corea del Norte, el principal peligro ideológico no es Occidente, sino el exitoso modelo de China, con la que hace frontera. La relación entre Moscú y Pekín –e Irán y China– es cada vez más asimétrica, con China exprimiendo un mercado ruso –e iraní– aislado por las sanciones. China teme a una Corea del Norte desbocada donde se produzca una crisis humanitaria con miles de refugiados huyendo hacia la frontera china. Entender estas diferencias sería más inteligente que repetir los errores de la Guerra Fría.

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