¿Cómo son los europeos?

3 min
Ciudadanos berlineses llevan una bandera de la Unión Europea durante una manifestación en Berlín contra la violencia política.

Decía recientemente el portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch, en Barcelona que si algo ha aprendido la UE durante esta legislatura es que está “un poco más sola” en el mundo. Y, al mismo tiempo, estamos en una realidad de vasos comunicantes. No es solo que el mundo ha cambiado; es que la Unión Europea es hoy un poco más débil para hacer frente a estas transformaciones. Hay un “abismo cada vez mayor entre las herramientas, los recursos y las habilidades a nuestra disposición y la trascendencia de los desafíos con los que nos enfrentamos”, escribía el filósofo Zygmunt Bauman en 2017, sobre una Unión abrumada por las crisis.

Europa es hoy un continente que se empequeñece y envejece. A finales del siglo pasado, en 1900, los europeos representaban una cuarta parte de la población mundial. En 2015 la cifra había caído hasta el 6% y, según cálculos de la Unión Europea, en 2060 ya solo representaremos un 4% de la población global.

Además, el número de personas mayores de 65 años en la UE ha pasado del 16% en 2003 al 21% en 2023. En cambio, el número de jóvenes ha ido en sentido contrario durante el mismo período de tiempo. Los menores de 15 años pasaron del 16% al 14% en veinte años.

Europa ha cambiado de fisonomía, pero también de mirada. “Mientras que nuestros antepasados más recientes todavía consideraban el futuro como el lugar más seguro y prometedor donde invertir sus esperanzas, nosotros tendemos primariamente a proyectar en él nuestros múltiples miedos, angustias y aprensiones”, escribía Bauman.

En paralelo a los cambios demográficos, también se ha transformado la política, y la relación de los europeos con el proyecto comunitario. A medida que la UE ha ido ganando en competencias, en países miembros y en experiencias políticas e históricas recientes distintas, también ha ido creciendo el euroescepticismo. Hasta el punto de que esta legislatura que concluye en Bruselas ha tenido la Eurocámara más euroescéptica de su historia, con un 30% de eurodiputados que se declaran contrarios a la integración europea.

En el final de este “consenso permisivo”, que durante décadas permitió construir la Unión Europea con el apoyo tácito y silencioso de la ciudadanía, se mezclan muchos factores diferentes: los costes sociales y políticos de las desigualdades crecientes de las últimas dos décadas, el llamado “pánico demográfico”, el retorno político de las agendas de unos estados nación que se han sentido debilitados por las crisis, la crítica a la tecnocracia de Bruselas, y hasta cierta sensación de melancolía existencial.

Euroescepticismo y apoyo menguante a la democracia

En Hungría, Italia, Polonia o Francia, los partidos euroescépticos representan la mitad del electorado, y en Países Bajos o Suecia tienen niveles de apoyo que superan el 25%.

Esta UE, que se ha fortalecido en competencias y en estados miembros, ha visto cómo se debilitaba, en cambio, su apoyo democrático. En las elecciones europeas de 2019, Eslovaquia, uno de los países más polarizados de la Unión Europea, registró una abstención del 77%. En Croacia y la República Checa, alcanzó el 70%.

Parece una contradicción, porque los Eurobarómetros que publica Bruselas confirman que los europeos quieren una UE con mayor poder. Pero, al mismo tiempo, existe una tendencia perceptible a la baja en el apoyo político a la democracia en distintos países de la Unión.

Estamos ante una UE más fuerte con unas democracias más débiles.

La encuesta global de 2023 de la Open Society Foundations alerta de una falta de apoyo medida a la democracia en países como Francia, Alemania o Italia. Otro estudio realizado por el Movimiento Europeo Internacional en nueve países de la UE durante 2022 también encontró que el apoyo “constante” a la democracia oscilaba entre un mínimo del 22% (en Rumanía) y un máximo del 48% (a Finlandia). Y en siete de estos nueve países -en Grecia, Italia, Alemania, Estonia, Polonia, Rumanía y Hungría- el apoyo constante a la democracia solo alcanzó el 45% o menos. Las cifras son todavía inferiores cuando se pregunta directamente a los electores más jóvenes.

Las crisis han dejado cicatrices profundas en una Europa de choques electorales.

stats