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Periodista i crítica de televisió
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Netflix acaba de estrenar Avicii: Soy Tim, el documental que relata la corta vida del DJ sueco. No hace falta ser aficionado a la trayectoria del músico, ni siquiera conocerlo mucho, para que la historia te atrape. El motivo es sencillo: las razones de fondo que han llevado a producir este documental tienen más que ver con la necesidad de explicar su trágico final, con solo veintiséis años, que de relatar su trayectoria. Sin embargo, no deja de ser un homenaje al talento creador del protagonista. El título anticipa la dualidad del personaje, la diferencia entre el nombre artístico y su nombre real, Tim Bergling. El documental es una especie de collage increíble que recopila los miles de vídeos personales y domésticos que grabaron su familia, sus amigos, su entorno profesional y los medios de comunicación a lo largo de su vida. El trabajo de montaje es de una minuciosidad increíble y, en cierto modo, conecta con la esencia de su técnica en el ámbito musical. Un collage visual que, más allá de narrar, intenta transmitir emociones y modular el estado de ánimo del relato. Se incluyen muchas imágenes de infancia de Tim y no necesariamente en orden cronológico. En varias ocasiones reaparecen estos vídeos familiares, pequeñas secuencias o escenas muy breves que demuestran la felicidad de la criatura y el entorno cariñoso que siempre tuvo a su alrededor. Sirve para ponerlo en contraste con la celebridad en la que se convierte posteriormente, especialmente en los momentos más oscuros de su evolución. Es como si de una forma casi subliminar nos intentaran comunicar todo lo que la voracidad del éxito y las exigencias de la industria le quitaron al protagonista.

El documental protege mucho a Tim Bergling. Procura ser muy cuidadoso en cuanto a sus adicciones y a las consecuencias que se derivan de ellas. En ningún caso lo esconden e incluyen unas cuantas imágenes de su proceso de degradación física, pero preservan la intimidad del protagonista sin entrar en los detalles, que se intuyen mucho más trágicos y complejos de lo que se explica. Avicii: Soy Tim pone de manifiesto sus graves problemas de salud mental y los esfuerzos por salir adelante. Incluso su aparente recuperación en el último tramo de su vida. Y convierte este detalle en una alerta sobre este tipo de enfermedades, donde es difícil identificar el sufrimiento porque no se percibe desde fuera.

El documental es muy expeditivo, sin embargo, a la hora de cargar contra la industria y la necesidad constante de monetizarlo todo, mejorar las cifras y explotar el talento de los artistas hasta dejarlos vacíos. Su productor admite: "Solo quería encabezar las listas. Yo era un cínico y Tim quería hacer arte. Fui un capullo".

Es muy osado decir que es un documental que puede ayudar a jóvenes que sufren trastornos de salud mental porque el final trágico es más bien desalentador y muy triste. "Quiero parar de pensar", dice un verso de sus últimas canciones. Quizá Avicii: Soy Tim quiere darnos pistas para aprender a leer mejor la tristeza de los demás o quiere alertarnos de que, a veces, identificarla es casi imposible.

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