El porqué del apoyo de Sánchez a Palestina

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Apretón de manos entre Pedro Sánchez y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en su encuentro en Jerusalén

El presidente español, Pedro Sánchez, ha inaugurado la nueva legislatura con un viaje a Israel para marcar perfil en el tablero de la política internacional. Ante una Europa dividida frente a la guerra entre Israel y Hamás, ha tomado claramente partido, junto con su homólogo belga, Alexander De Croo, contra el que considera una respuesta desproporcionada de Tel Aviv a la agresión inicial de Hamás. Para el mandatario socialista, el ataque brutal palestino no justifica la sistemática muerte de civiles, incluidos miles de niños, que está provocando el ejército israelí al margen de la menor consideración humanitaria. Sánchez ha viajado a Oriente Próximo, donde ha dejado clara su posición: reconocer al estado palestino incluso al margen de lo que decida la UE.

Con Gaza arrasada después de siete semanas, justo este viernes Israel ha aceptado detener los ataques cuatro días, lo que ha permitido hacer efectivo el primer intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos. Llega cuando los muertos palestinos superan ya los 14.000, la inmensa mayoría civiles. Si las críticas que el secretario general de la ONU, António Guterres, provocaron que Tel-Aviv pidiera directamente su dimisión, no es de extrañar que el posicionamiento de Sánchez haya abierto ahora una crisis diplomática inmediata entre España e Israel. Era algo más que previsible.

A Sánchez, más allá de la convicción, la maniobra le sirve tanto para marcar perfil internacional como para dejar en segundo plano a la oposición interna de la derecha contra el acuerdo con el independentismo por la amnistía. Sánchez sabe elegir bien a sus enemigos y los momentos. Se pone así al frente de la Europa más crítica con el ultranacionalista Netanyahu y hace suyo el giro de la opinión pública mundial, cada vez más indignada por la muerte de palestinos inocentes. Basta fijarse en lo que ocurre en Hollywood, donde emblemáticas figuras del cine se han significado en este sentido, pese al perjuicio para su carrera. La presión del lobi judío estadounidense sigue siendo intensa, pero no está funcionando como un rodillo, tampoco en el mundo universitario ni en el político o el periodístico.

Y si esto ocurre al otro lado del Atlántico, en el Viejo Continente, donde la causa palestina siempre ha tenido el apoyo de cierta izquierda, la posición de Israel es aún más débil: con la actuación en Gaza, la legitimidad que aún podía quedarle en Israel como víctima de la barbarie nazi está quedando muy comprometida. Sólo Alemania, por razones históricas obvias, le mantiene el apoyo inalterable, mientras que desde Francia el presidente Macron, con unas comunidades judía y musulmana importantes y movilizadas en su territorio, ha intentado realizar equilibrios.

Sánchez se desmarca así de los dos grandes motores europeos, hasta ahora casi sólo compensados ​​desde Bruselas por el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell. Y de paso da aire a una UE que, como se ha visto con la guerra de Ucrania y cómo se ve ahora con el conflicto de Gaza, desde el Sur Global –encabezado por India o Brasil– es vista con recelo .

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