La propuesta de Bruselas delimitar a un máximo de entre 20 y 28 los días al añoquienes pueden salir a pescar las barcas de pesca de arrastre en el Mediterráneo puede suponer, según denuncia la flota pesquera, la estocada definitiva a un sector que ya está muy hundido. La medida ha encontrado una oposición frontal y transversal en Catalunya y España, que en el terreno político une de Esquerra a Vox, pasando por el PSC y Junts. "Es necesario que la UE reconsidere unas limitaciones que pueden ahogar al sector", reclama el presidente de la Generalitat, Salvador Illa. El ministro español de Agricultura y Pesca, Luis Planas, amenaza desde Bruselas con bloquear las negociaciones haciendo frente común con Italia y Francia, también muy afectadas por unos topes que Planas tacha de "inaceptables". En los próximos días serán decisivos para el futuro de la pesca en Catalunya, un negocio milenario en peligro de extinción. El futuro de la pesca se decide en Bruselas.
Nadie, ni los propios pescadores, cuestionan el objetivo de proteger la biodiversidad de la vida marina, ciertamente muy amenazada. De hecho, en relación al 2023, en la costa mediterránea peninsular ya se han reducido en un 40% los días de trabajo para pesca de arrastre, una actividad, además, que se realiza bajo un estricto control. En todo momento se sabe qué barcos la practican y con que redes. En otras muchas latitudes se está muy lejos de este celo. Pero la propuesta de ahora de Bruselas dobla la apuesta: exige una reducción del 79% respecto al 2024. El esfuerzo realizado no parece haberse tenido en cuenta.
El comisario de Pesca lo justifica con "datos y evidencias científicas" con el objetivo de "garantizar" que una "sobrepesca" no haga "colapsar" en el futuro al sector pesquero. De acuerdo. Es evidente que toca continuar el esfuerzo proteccionista, pero no hasta el punto de colapsar todo un mundo económico, y toda una cultura marítima. Algo es regular y acotar la actividad para profesionales responsables y respetuosos con el medio ambiente. Y una diferente es tirar por el derecho y arruinarlos. El punto de fricción no es tanto la limitación como la velocidad e intensidad a la hora de su aplicación. La huelga y las protestas de los pescadores catalanes, de puertos como Palamós o Blanes, es fruto de la impotencia y la incomprensión. Se juegan la subsistencia.
La cuestión es que si se acabara la pesca de proximidad, ¿qué pez acabaría llegando a las tablas del Mediterráneo ya las de Europa en su conjunto? Es más que probable que el consumo virara hacia pescado congelado llegado de la otra punta del mundo, por otra parte ya muy presente. Una alternativa así tampoco sería ambientalmente respetuosa por lo que implica tanto huella de carbono para su transporte como posibles prácticas irrespetuosas en origen, perfectamente conocidas. Preservar la pesca ambientalmente sostenible en las costas mediterráneas es una forma de dar ejemplo. Debemos ser capaces de encontrar el punto de equilibrio para hacerlo posible.