Junts ha celebrado este fin de semana en Calella un congreso plácido que ha servido para hacer oficial lo que ya era una realidad antes, y es que Carles Puigdemont es el líder indiscutible de la formación y la figura que da sentido al partido. A diferencia de hace dos años, no hay ahora dos sectores que se han repartido la ejecutiva, turullistas y borrasistas, sino que el secretario general se consolida como el hombre fuerte del partido mientras Laura Borràs y sus seguidores han sido apartados . Eso sí, ella al menos será la presidenta de la fundación que debe servir para dotar a un partido joven como Junts de grues ideológico. Por su parte, Puigdemont abandona el rol más institucional de presidente en el exilio, que le llevó a crear el Consejo por la República, para involucrarse plenamente en la vida partidista como presidente de la formación.
En su discurso, Puigdemont hizo un llamamiento a abrir el partido a nuevos sectores de la sociedad para ocupar así la centralidad política como fórmula para recuperar la Generalitat. No hubo la épica de otros momentos, lo que significa que Puigdemont ha hecho una lectura realista de la situación y que ahora lo que toca es convertir Junts en una alternativa al gobierno de Salvador Illa. Para ello cuenta ahora con un partido ordenado, con un secretario general como Jordi Turull y con personas como Antoni Castellà, con mucha experiencia política y provenientes el primero de CDC y el segundo de UDC. El partido, en su ponencia ideológica, mantiene cierta transversalidad, pero hace sus banderas del centroderecha liberal como las rebajas de impuestos. Mantiene la apuesta estratégica por la negociación con el gobierno de Pedro Sánchez pese a no renunciar a una unilateralidad que ahora es más simbólica que otra cosa. Como elemento negativo cabe subrayar la escasa participación de la militancia en la votación de la ejecutiva, algo más del 40%, lo que indica que hay una parte de las bases desconectadas del día a día del partido.
Junts tiene el reto de mantener un difícil equilibrio entre ser oposición al PSC en el Parlament y al mismo tiempo llegar a pactos con el PSOE en Madrid. Sin embargo, no se puede olvidar que esta condición de partido necesario para aprobar leyes en Madrid es el principal activo de un partido que no ocupa espacios de poder importantes en Catalunya (Sant Cugat es el principal ayuntamiento que gobiernan). La otra gran incógnita que queda por resolver es cuando se le podrá aplicar la amnistía en Puigdemont y, por tanto, cuando podrá volver a hacer política en condiciones de normalidad en Catalunya.
Juntos tendrá que ir encontrando el tono y las teclas para ser un palo de pajar como en su día lo fue CiU, y también tendrá que afrontar la difícil misión de rehacer puentes con otros partidos independentistas como ERC y de evitar fugas hacia la extrema derecha de Aliança Catalana. Sin embargo, sobre todo deberá demostrar que es una herramienta útil para los catalanes para aumentar la prosperidad del país y que es capaz de ejercer una influencia positiva con una actitud constructiva también desde la oposición.