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Carta abierta a la consejera de Cultura

19/02/2025
2 min
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Hble. Dª. Sonia Hernández.

Quiero, en parte, felicitaros por el Plan Nacional del Libro y la Lectura que se está haciendo en todo el país. Si no hubiéramos desatendido la cultura (la educación), ahora no nos encontraríamos esperando a los bárbaros. Pero tengo que hablarles sobre las bibliotecas, esenciales en relación a la lectura. Algunos ayuntamientos comienzan a exteriorizar (privatizar) sus servicios, lo que fácilmente puede hundirlos en dos días, pero quiero centrarme en los grupos de lectura que acogen. Estos grupos derivan de los salones de lectura del XVIII y constituyen una de las actividades más serias y eficaces en la promoción lectora, con gran éxito y colas de espera. En estos grupos se forman los mejores lectores del país, sin los que no habrá buenos escritores, ni buenos libros: ni libros, de hecho.

Por incompetencia y desconocimiento, algunos ayuntamientos están matando a estos grupos que durante décadas han funcionado de forma impecable. Tanto que han costado levantarse! La explicación es la siguiente. Dada la corrupción general, el ayuntamiento lo saca a concurso público –concurso con un coste más alto que el mismo servicio que se licita, sin embargo, siendo dinero público, eso no les preocupa–. Lo grave viene ahora. Imaginémonos, por decirlo con finura, que ni el alcalde ni el concejal de Cultura leen mucho. Ni por curiosidad se acercan a una sola sesión del grupo de lectura, ni saben lo que es. Como no lo saben, el concurso que convocan es delirante. La mitad de puntos depende de si el concursante hace un precio más barato (y no estamos hablando de asfaltar una calle sino de una actividad formativa basada en la aptitud y conocimientos del conductor). El currículum (que debería ser el más valorado) cuenta con una cuarta parte. La cuarta parte restante es si dominas el lenguaje de signos (¿se puede hablar oralmente y por signos a la vez?) y tienes un coche eléctrico y conciencia medioambiental. No quiero pensar que unos requisitos tan fuera de lugar hablando de libros acaben favoreciendo a empresas privadas que luego subcontraten el servicio, porque eso sí: el ganador tiene derecho a subcontratar después a alguien sin lenguaje de símbolos, coche eléctrico, ni, sobre todo, aptitud alguna (y los usuarios deberán tragarlo). Es demencial. Añada la burocracia arbitraria y desbocada y entenderá que el concurso quede desierto.

De esta forma absurda, las bibliotecas de Palafolls y Cabrera de Mar han cerrado grupos de lectura con más de 15 años de funcionamiento. Los lectores lucharon mucho: reuniones con el alcalde, quejas, protestas, instancias. Nada que hacer. Hay por llorar.

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