Educar en la emergencia climática

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Manifestación de estudiantes contra el cambio climático en Barcelona.

No tendríamos que olvidar el 9 de agosto de 2021. Es el día en que la historia mirará hacia atrás para recordar la alerta final que empezaron a emitir los científicos para evitar el peor cambio climático. ¿Qué más dirá la historia? ¿Cómo nos mirará? Lo que sabemos por el informe de expertos climáticos de la ONU publicado lunes es que algunos de los impactos de la crisis climática ya son irreversibles, que el calentamiento global está aquí y es consecuencia del comportamiento y de la manera en la que vivimos y cómo nos relacionamos con la Tierra. Es la primera vez que el IPCC cita claramente la actividad humana como causa del calentamiento global. Sabemos del cierto que no nos podemos permitir el lujo de continuar esperando. Lo que tenemos entre manos es el futuro del planeta y la historia que nos mira. 

El informe y el grito de alarma llegan en medio de una ola extrema de calor y trastornados por las imágenes aterradoras de incendios, lluvias torrenciales, inundaciones y fenómenos meteorológicos hasta hace poco excepcionales que han provocado centenares de muertos y desaparecidos. Todo esto justamente cuando empezamos a pensar en el regreso seguro a la escuela, conscientes de que la pandemia no da tregua, preocupados por mantener la alerta y no bajar la guardia. Ahora, también llega a las escuelas un mensaje que pide que pasemos a la acción. La educación es una de las palancas para transformar nuestra relación con el entorno y con la naturaleza. Por un lado, hace falta la sabiduría de los científicos y la valentía política para repensar cómo estamos utilizando los recursos de la Tierra y las energías. Del otro, hay que priorizar el rol de la educación en las respuestas al cambio climático.

La educación hace una gran tarea en este sentido. La evaluación PISA 2018 revela que la mayoría de los alumnos de 15 años (79%) saben algo sobre el cambio climático, porque también la gran mayoría de directores y directoras encuestados dijeron que en sus currículums el calentamiento global y el cambio climático están presentes. Aun así, el último PISA añadió una nueva perspectiva para abordar el tema de la educación en la sostenibilidad que resulta muy interpeladora: cuando se preguntó a los estudiantes si podían hacer algo sobre problemas globales como el cambio climático, la cifra de respuestas afirmativas cayó hasta una media del 57%. Casi uno de cada dos piensan que no se puede hacer nada. Cuando se les pregunta si creen que su comportamiento puede afectar a las personas otros países, la cifra media baja hasta el 44%. Curiosamente, en Corea y Singapur, países con los mejores resultados PISA, solo un 20% y un 24% de los alumnos creen que sus conductas afectan al resto del mundo: es una las cuotas más bajas de estudiantes que confían que pueden tener un impacto — ¡y son de los mejores en ciencias!

El informe hace evidente que, a pesar de que sea importantísimo, no es suficiente tener “conocimiento” de las ciencias y de lo que significa el cambio climático. La pregunta clave, pues, es para qué sirve el conocimiento del cambio climático si los jóvenes no sienten que puedan hacer nada (Andreas Schleicher, 2021). Estos datos son muy reveladores en relación con los debates reduccionistas y simplistas que se hacen estos días en algunos medios (con intereses políticos e ideológicos más que educativos) sobre la reforma educativa y el currículum. ¿De verdad que hay que hacer griterío sobre si la regla de tres o los números romanos se tienen que aprender? Son debates que desenfocan lo que de verdad nos tendría que preocupar: cómo hacer posible que los jóvenes movilicen sus conocimientos, habilidades, valores y aptitudes para pasar a la acción y asegurar la sostenibilidad del planeta y de la humanidad.

Por eso cuando hablamos de “transformación educativa” tenemos que ser conscientes que lo que está en juego y lo que es urgente es cómo desarrollan los centros educativos una educación “transformadora del mundo” que haga que los jóvenes sean actores de su propia vida. En palabras de Rajwa Pandhita, una estudiante de Indonesia que intervino en la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Educación para el Desarrollo Sostenible: “Construir un nuevo estilo de vida no es fácil, pero poco a poco y juntos estoy segura de que podemos hacerlo. La educación tiene que darnos las herramientas para hacerlo. Aprender no solo sobre nuestro planeta, sino también para nuestro planeta, tendría que formar parte de la educación de todos los jóvenes, en todo mundo”.

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