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Las delegaciones rusa y estadounidense se encuentran en Riyad para negociar sobre Ucrania.
19/02/2025
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1. Mal. André Glucksmann decía que el miedo a "hablar mal del mal", una especie de temor reverencial instalado en Occidente, nos impide reconocer que el mal es el que funda: que podemos ponernos de acuerdo frente al mal pero difícilmente a favor del bien. "Ha sido más importante la muerte del diablo que la muerte de Dios", porque fue la puerta que condujo a la tentación de la inocencia. Me permito esta referencia porque creo que el futuro de Europa, que ahora mismo parece confuso y en pérdida de autoridad, requiere un cierto compromiso para movilizarnos contra el mal si no queremos quedar atrapados por los delirios nihilistas –pérdida de la noción de límites– que han puesto en movimiento a Estados Unidos de Trump y la Rusia de Putin, convirtiendo la verdad y el bien en valores a subasta. Una exhibición de complicidad entre enemigos que parecían irreconciliables contra lo que queda de conciencia democrática de lo que es y lo que no es admisible, y que Europa debería defender si no quiere que la riada reaccionaria la barra.

¿Quién ha sido primero? Trump ha llevado a Putin a su terreno porque este ya había dado las señales necesarias para hacer posible el encuentro. Y nos hemos despertado de repente con una ofensiva teotecnocrática: la política como imposición de una verdad superior contra el hervido democrático. La simbología está en marcha. Trump y Putin se ponen de acuerdo en poner fin a la guerra de Ucrania, que no es lo mismo que hacer la paz. Por el contrario, imponen una solución de parte y convenida entre ellos, despreciando las formas democráticas y buscando la legitimación teocrática, con la complicidad de Oriente Medio. Arabia Saudita quiere posicionarse como espacio de conciliación. Los caprichos de la teotecnocracia no se ponen en cuestión y sus representantes –Trump y Putin– han decidido que son ellos quienes decidirán la paz y que Ucrania y Europa no tienen que hacer más que firmarla. Y así se va a hacer.

Trump marca el paso, Putin se adapta. Las pulsiones neofascistas del presidente americano le van de perlas a un personaje siniestro como Putin, que difícilmente podía esperar tanta legitimación del hasta hace poco enemigo. Washington rescata a Rusia: un titular que hasta hace cuatro días habría parecido inverosímil. Las tramas de los nuevos poderes económicos mundiales se van conectando y encuentran en el mundo exsoviético un espacio de expansión. Y Europa, cada vez más una rareza en peligro, pierde protagonismo: creen que no la necesitan. Si no reacciona, tendrán razón. El presidente americano y Putin se sienten autosuficientes para marcar el paso haciendo del resentimiento virtud y del odio el principio de su discurso.

2. Odio. Europa no puede pasar sin afrontar este siniestro panorama. Lo decía también André Gluksmann: "La resistencia al odio es el gran motor de la historia". El odio es el fundamento del autoritarismo de Trump y Putin, que hacen del resentimiento bandera. Y estamos como siempre: demasiadas dudas, demasiada inseguridad, demasiado lastre del pasado, demasiado miedo a complicarse la vida, en un momento en el que el continente vive el desconcierto de un tránsito de época como en todo el mundo, con muchos valores de los que Europa ha hecho bandera en riesgo. Responder a la embestida reaccionaria no es fácil cuando las extremas derechas están al alza y en plena sintonía con Trump, cuando las derechas comienzan a reírle las gracias y a radicalizarse día a día, y cuando buena parte del poder económico sintoniza con la corriente americana que dice que libertad económica y democracia son incompatibles. Y sin embargo sería trágico que Europa se dejara atrapar por el delirio de quienes han perdido toda noción de límites, instalados en la insensibilidad de unos egos sin medida.

Emmanuel Macron, un presidente mermado, desplazado de la gobernanza del día a día en Francia, tras su estrepitoso fracaso electoral, busca recuperar perfil –aunque solo sea para pulir la imagen camino de la jubilación– y hace una convocatoria en París para liderar la respuesta al tándem rusoamericano. Resultado escaso: ya hablaremos de ello. Magnífica actitud cuando los demás van acelerados. Solo Gran Bretaña y Alemania parecen dispuestos a dar algún paso, no precisamente disruptivo. Dice Macron que no quiere humillar a Rusia. Y Sánchez pide tiempo y calma. Pero todo va muy rápido. Se trata de hacerse respetar. Y de momento Trump y Putin hacen lo que les da la gana.

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