

1. Si tal y como decía Miguel de Unamuno, "el fascismo se cura leyendo", no está todo perdido. No hablo de leer tuits cortos, ocurrencias y otras distracciones que nos tienen masivamente enganchados. Me refiero a leer, con todos los eres y uds. En Cataluña y España se lee más que nunca, según el barómetro anual de la Federación de Gremios de Editores. Un 54% de los adultos compran libros, un 69% de catalanes leen y, por primera vez, más de un 65% leen como forma de ocio. Para romper un mito, quienes más leen son los jóvenes de hasta 24 años. Pero también cada vez leen más a las personas de más de 65, porque ya se está jubilando a una población cada vez más formada. El lector tipo, sin embargo, es mujer con estudios universitarios, joven, en un ámbito urbano. Eso sí, las mujeres leen más que los hombres en todos los tramos de edad y cada vez la distancia es mayor (ahora, ya, de 13 puntos porcentuales).
2. ¿Dónde radica el optimismo de los editores? Que todas son cifras que mejoran las del último barómetro y los índices de lectura están bastante por encima de ocho años atrás. La tendencia es buena. Pero el reto es interesante: si hay un tercio de población que nunca lee un libro, las otras influencias, más nocivas, todavía tienen mucho campo por correr. Más datos interesantes. ¿Dónde compramos los libros? El 44% aún los compra en las librerías tradicionales, un 26% por internet, un 13% en las cadenas de librerías y un 10% en hipermercados o grandes almacenes. ¿Cómo leemos los libros? El papel resiste. Algo más de dos tercios de los libros que se venden son todavía físicos. De ese 31% de la población que lee en pantalla, el E-reader (12,7%) supera por poco al ordenador (11,1%) y lo más sorprendente es que sube el consumo de lectura de libros al móvil (10,9%). Realmente, te debe gustar mucho leer –o debes pasar muchas horas en Cercanías– para dejarte la vista a leer Espejo roto en la pantalla del teléfono.
3. España es un país de piratas. Nada nuevo. Las cifras de los editores lo corroboran. De todos los libros digitales que se descargan, sólo un 39% se pagan. Es decir, dos de cada tres libros que la gente se baja por internet se les descarga gratis. En pocas palabras, les ropa. Ni el editor ni, peor aún, el autor ven un centavo. Quien se baja un libro gratis no tiene conciencia de ladrón, como sí tendría si fuera al supermercado y dos de cada tres botes de Solís se los pusiera en el bolsillo de la gabardina para no pagarlos. Es más, el 65% de la gente que se descarga libres reconoce que sabe perfectamente que es ilegal. Orgullo de chorizo, de quien piensa "¿por qué tengo que pagar algo si lo puedo conseguir gratuitamente?". Y pasan los años y, a diferencia de tantos países europeos, aquí no se proponen ni leyes ni sanciones para frenarlo.
4. Después de escrutar todo este alud de datos interesantísimos, echo de menos que los lectores se organicen, también, para defender sus intereses. Al igual que existe el gremio de editores, el de los libreros y la asociación de escritores, los lectores, que son el eslabón imprescindible y quienes pagan toda esta fiesta, de vez en cuando también podrían decir la suya, poner condiciones , hacer públicas unas reivindicaciones y mostrar unas cifras anuales. No todo debe ser cantidad, sino que la calidad también debe ser un factor determinante para hacer cultura, para crear sensibilidades, para levantar el nivel del país y para frenar el trumpismo nostrat de poca monta.
5. "El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando". Esto lo escribía Miguel de Unamuno hace casi cien años, sin saber que habría un día que existiría TikTok, que el dueño de X sería el hombre fuerte del gobierno de Estados Unidos y que haría el saludo nazi sin complejos, y que les españoles menores de treinta años dedicarían seis horas al día a las redes sociales. Tela.