Hoy hablamos de
Salvador Isla
02/03/2025
Periodista y productor de televisión
3 min
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Los socialistas nunca pactan nada que no les acabe beneficiando a sí mismos. También ha pasado con Junts y los comuns, pero sobre todo con ERC, que manifiesta tener como prioridad mejorar las finanzas catalanas, por lo que invistió a Salvador Illa a cambio de una financiación singular para Catalunya que tenía que comportar –en teoría– la salida de la Generalitat del régimen común. Todo esto se pactó hace más de medio año, y no se sabe nada más. Es cierto que se han dado pasos adelante para aumentar el peso y los recursos de la Hacienda catalana. Que la cosa sea gradual no tiene que extrañarnos: crear una Hacienda propia no es una operación fácil. Pero habría menos desconfianza si sobre la mesa dispusiéramos de un calendario pactado entre todos. El actual sistema de financiación autonómica caducó hace más de cinco años, y nadie se escandaliza por ello. Durante la última crisis económica, el gobierno español empezó a prestar dinero a las autonomías peor financiadas. Es decir, se va nuestro dinero en forma de déficit fiscal, y nos devuelven una parte como préstamo con intereses. ¡Maravilla!

Viendo que lo de la nueva financiación va para largo, y que al PSC no le importa ir tirando sin presupuestos (ahora la normalidad es eso, amigos), ERC ha pactado una especie de compensación que consiste en una condonación parcial de la deuda catalana con la Hacienda española. Es decir, que nos perdonan parte de lo que le debemos al Estado debido al drenaje continuado de nuestros recursos. Oriol Junqueras ha tenido el privilegio pactado de anunciar el acuerdo: una condonación del 20%, 17.000 millones de euros. Poco después, se hace público el acuerdo entero. Evidentemente, es un café para todos, pero con los parámetros geopolíticos de siempre: ¿a Catalunya se le perdona el 20%? Pues a Andalucía el 50%. Así, mientras el PSOE contenta a sus socios parlamentarios, la ministra de Hacienda, futura candidata del PSOE a la Junta de Andalucía, comienza la precampaña electoral.

Nos han vuelto a psoeizar, como se diría en las redes. Y eso no impide que sea un acuerdo favorable y que todo lo que sea muscular las instituciones catalanas sea bueno para el país. Pero es evidente que cada paso adelante que queramos dar, para acercarnos a la disponibilidad de recursos que merecemos, será una partida a 17 bandas, pesada e inacabable, que se utilizará como excusa para la catalanofobia, lo que nos deja en la incómoda posición de cornudos y apaleados. Si el objetivo de ERC sigue siendo que Catalunya salga de la Lofca, tendrá que exprimir al máximo su fuerza. Y eso limita los plazos, porque ve a saber cuánto tiempo Sánchez e Illa necesitarán los votos del independentismo.

Esta semana hemos asistido al habitual recital de lamentos y quejas por parte de los líderes autonómicos del PP, que –dicho sea de paso– le han ido muy bien a Feijóo para desviar los focos que deslumbraban a Mazón. Todo en corto y politiquería, no hay proyecto. Una cuestión de fondo como es el reparto del dinero público se resuelve a base de pequeñas querellas territoriales e intercambios de votos. Si yo creyera de verdad en la España autonómica, estaría ciertamente decepcionado.

Todo esto recuerda aquella antigua fábula en la que el señor de un castillo quiso resolver las continuas riñas entre dos campesinos de la región que, a causa de un odio ancestral, rivalizaban en todo. El señor los convocó a los dos y le dijo al primero: "Estoy harto de vuestras trifulcas. Ahora recibiréis una lección. A ti te daré lo que quieras, pero con una condición: el otro recibirá el doble". Y el campesino, después de pensarlo un poco, respondió: "Pues que me saquen un ojo".

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