Antoni Tàpies y Antoni Llena
27/06/2024
3 min

Los grandes artistas y los grandes poetas ven más allá de la realidad. Antoni Llena se reclama artista anónimo de lo efímero. Quisiera desaparecer tras sus frágiles obras. Todo lo contrario que su gran amigo y mentor Antoni Tàpies (1923-2012), que buscaba la inmortalidad con gestos pictóricos de materia simbólica. Amigos íntimos, nunca hablaron de arte. No lo necesitaban. Se lo decían todo sin palabras. Marcel Duchamp: "El arte no puede decirse con palabras, ni comprenderse con el intelecto". Llena y Tàpies: dos artistas intelectuales –lectores apasionados y muy buenos escritores– que disfrutaban de su subterránea conexión espiritual, como un eco profundo, como una misteriosa fuerza de la naturaleza. Tàpies, uno de los artistas del siglo XX que más se autorretrataron –"siempre está dentro de sus pinturas, sea como sujeto, sea como objeto"–; Llena, un artista casi invisible.

En el ensayo memorialístico Deu estius a Campins (Barcino), Llena recrea su relación con Tàpies, como la cata de una amistad cuyos antecedentes se remontan a 1956, cuando a los 19 años vio Porta metàl·lica i violí en el escaparate de la tienda Gales del paseo de Gràcia de Barcelona. Una década después, durante la Caputxinada antifranquista en el convento de Sarrià, cedió su lecho de novicio a Tàpies, que pronto se convertiría en su primer y durante mucho tiempo único coleccionista.

Pero como ocurre con la realidad cuando la mira un creador, el libro es mucho más que una recopilación de momentos e impresiones. Transciende la anécdota para convertirse en un bello tratado de arte: llano, hondo, poético. Llena siempre va a la esencia. Y aquí ejerce una defensa, a la vez sutil y enérgica, del acto plástico como eternidad emocional. "La realidad no es lo que tenemos ante los ojos, sino la suma de lo que vemos y lo que no vemos", escribe tras citar a Wallace Stevens: "El realismo es la perversión de la realidad". "Es apriorismo", remacha él.

Para explicarse, toma palabras del poeta polaco Czeslaw Milosz: "Si eres un verdadero poeta, verás con claridad que en una hoja de papel hay una nube flotante. Sin nube, no hay lluvia; sin lluvia, los árboles no podrían crecer, y sin árboles, no podría hacerse papel". Cogiéndose a la simbiosis de un Milosz que escribía entre el fervor metafísico y la sensibilidad por el hombre de a pie, Llena dice: "No puede haber arte sin espiritualidad profunda ni compromiso político". Dos caras de una misma moneda bien presentes en Tàpies. Es decir, "todo gran arte nace de querer abarcar la totalidad". O, dicho poéticamente: "Para hacer arte se necesitan dos cosas: fuerza y debilidad". La conjunción de los aparentes antagonismos. Y todavía una imagen que podría ser un autorretrato: los grandes artistas son como gusanos de seda que se convierten en efímeras mariposas. Es la aspiración artística de Llena, la belleza de un vuelo ligero.

Antoni Llena y Antoni Tàpies.

El milagro del arte es el milagro de la vida. ¿Cuál es su lógica? Las resonancias, los ecos, las corrientes secretas de simpatía, dice Llena, que se agarra a otro poeta polaco, Adam Zagajewski: "Todo el mundo nace con una estrella de luz poderosa y perdurable –basta con serle fiel–. Pero también hace falta talento, que no se encuentra solo en las estrellas, sino también en el sol, en el aire, en el agua, en el canto de los pájaros, en el vacío de la hierba creciente". Sí, el talento consiste en vivir plenamente. Y es así, entonces, cuando el arte puede llegar a ser punto de encuentro entre lo efímero y lo eterno, como decía Baudelaire. El lugar de donde brotan los misterios, el sitio de todas las fructíferas y preciosas contradicciones. "¿Ha habido alguna obra de arte que no fuera un desacuerdo, un desacuerdo en la perplejidad?", se pregunta Llena, para quien el arte viene del fondo del tiempo para animar (dar alma) a nuestro paso por la vida. "Una obra de arte nunca se cierra en un argumento".

¿Dirigirse al intelecto o al alma? Tàpies es de los segundos, concluye Llena: "Crea conmoción a través de la emoción. No busca la complicidad, sino la fusión". "Sin impacto emotivo no hay arte. Tan sencillo de decir y tan complicado de contar".

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