BarcelonaCada vez es más evidente que el rápido cambio tecnológico dejará fuera de juego a aquellas economías que no actualicen el tejido productivo. Además, esto se produce en un contexto altamente competitivo a escala global. Con nuevos actores, no necesariamente democráticos, que ya se han hecho un hueco, y con una creciente desconfianza hacia las instituciones multilaterales y, en general, entre los distintos bloques económicos. Incluso la relación entre EEUU y Europa, que parecía inquebrantable no hace muchos años, hoy se pone en duda. Las continuas advertencias de Donald Trump de aumentar de forma generalizada los aranceles si gana las elecciones, son un aviso a los navegantes.
Todo ello hace imprescindible reevaluar la posición en la que se encuentra cada economía. Las advertencias de los economistas a innovar son constantes a lo largo de los años, pero en el contexto actual adquieren una especial relevancia. La inversión vuelve a mirarse con lupa. Es la variable clave para determinar hasta qué punto una economía está ampliando y modernizando su capital. Un rápido repaso de las principales métricas de EE.UU., Europa, España y Cataluña revela dinámicas muy diferentes. No todas las economías avanzan al mismo ritmo. De hecho, las diferencias entre unas y otras son bastante grandes.
En EE.UU., la inversión no residencial, la que a menudo se relaciona más directamente con el concepto de inversión productiva (aunque la residencial también) creció un destacable 4,4%. Si ampliamos la mirada y comparamos los registros del año pasado con los previos a la pandemia, en 2019, el mensaje es aún más contundente: ya se encuentra un 10,8% por encima.
En la eurozona el mensaje es similar, aunque no tan positivo. La inversión en maquinaria y bienes de equipo presentaba una tasa de crecimiento del 4,8% en 2023 (con datos hasta el tercer trimestre) y se encontraba ya un 3% por encima de los niveles previos a la pandemia. El hecho de que la dinámica fuera similar a las tres principales economías de la eurozona ofrece un mensaje de cierta robustez. En Alemania creció un 3,7% y en Francia, un 4,8%. Pero sobre todo destaca Italia, donde creció un 6,1%. Aquí parece que la implementación de los fondos europeos Next Generation está teniendo un impacto significativo.
La situación en España es bastante distinta. La cifra varía un poco en función de la definición de inversión escogida, según sea más amplia o si se quiere centrar la mirada en algún ámbito más concreto. Pero el mensaje no es positivo. La recuperación económica que se inicia una vez superada la pandemia no ha ido acompañada de una recuperación de la inversión. Por ejemplo, la inversión en bienes de equipo y otros activos (epígrafe para el que disponemos de datos comparables con Cataluña), cayó un 1% en 2023 y todavía se encuentra un 4,5% por debajo de los niveles previos a la pandemia . En la economía catalana la inversión ha sido algo más dinámica, pero la tendencia tampoco es positiva. En 2023 (con datos hasta el tercer trimestre) se encontraba 0,3 puntos porcentuales por debajo del nivel previo a la pandemia y presentaba una tasa de crecimiento negativa del 2,4%.
Diferencias en el ritmo inversor
No es ningún secreto. Las diferencias en el ritmo inversor, si se mantienen durante los años, se traducen en diferencias en el crecimiento de la productividad. No sorprende que en EE.UU., donde más crece la inversión, también es donde más ha crecido la productividad en los últimos años. En cambio, la economía española y también la catalana presentan un crecimiento de la productividad relativamente bajo. Según estimaciones de la Comisión Europea, entre los años 2017 y 2023, el crecimiento de la productividad (medida como el PIB por hora trabajada) en EE.UU. ha sido 1 punto porcentual superior al de la economía española y la catalana, cada año (de media).
Además, las previsiones de este organismo no invitan al optimismo. Sugieren que el crecimiento de la productividad aquí va a seguir siendo débil, similar al de los últimos años. Ojalá se equivoquen, y con el próximo bajón de los tipos de interés, la recuperación de la industria una vez finalice la crisis energética y la aceleración de la ejecución de los fondos europeos Next Generation, la inversión finalmente se acelere. Es clave para consolidar la recuperación económica y para renovar y modernizar el tejido productivo del país.