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El novelista Chuck Palahniuk acabó con varios hematomas un día que, yendo de camping, se le ocurrió pedir a sus vecinos que bajaran la música. Aquel fue el punto de partida para que escribiera Club de lucha, adaptada con acierto por David Fincher en el cine. Quienes conozcan la historia en papel o en pantalla seguro que recuerdan cuál es la primera norma del club de lucha: no hables del club de lucha. ¿Y la segunda? Que no hables del club de lucha. En España con el lawfare ocurre exactamente lo mismo. Para determinados medios se trata de un concepto que no existe y que se han inventado los enemigos de la nación para socavar la imagen de la impoluta justicia española. Y, así, la primera norma del club de lawfare es no hables del club de lawfare. Y la segunda también.
Hasta que es inevitable, porque alguien le evoca. Y en este caso lo ha hecho nada menos que el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a quien el juez Ángel Hurtado mantiene en la parrilla. Entonces la norma debe romperse y, así,El Mundoabre la portada con "El fiscal general abraza el lawfare y desafía a la justicia". Fijémonos que no dice "denuncia el lawfare" sino que "lo abraza". Es decir, el lawfare no existe, es sólo una paranoia de descarriados. En un giro semántico más que notable, el lawfare ya es paraEl Mundotan sólo una fantasía, una teoría de la conspiración. Un medio de comunicación debería fiscalizar el poder y tomarse muy en serio la sospecha de que una parte de la justicia opera en clave política. En vez de tratar de separar el grano de la paja, se niega con desdén su existencia. Y, claro, cuando uno constata las evidentes connivencias entre determinados despachos judiciales y algunas redacciones, acaba resultando palmario que en el club de lawfare no sólo admiten magistrados, sino también periodistas.