El martes por la tarde en Y ahora Sonsoles, de Antena 3, el periodista de sucesos Carles Quílez presentaba su entrevista a Rosa Peral desde la cárcel. La presentadora metía cucharada mientras un psicólogo intentaba sacar conclusiones del perfil de personalidad de esta mujer. Al día siguiente por la mañana, el miércoles, Ricard Ustrell también le entrevistaba en Catalunya Ràdio. “¿Qué quiere denunciar?”, le preguntaba nada más empezar, como si el programa fuera ajeno a los intereses de Peral y esta fuera un oyente más. Tras preguntarle por su situación y el impacto mediático del crimen, Ustrell se justificaba: "Hemos visto series, hemos visto documentales, pero a usted no la habíamos oído". Una afirmación muy sintomática de cómo los medios están afrontando este caso. A Rosa Peral sí que la escuchamos: en el juicio.
Tenemos a Rosa Peral en todo momento. En Catalunya especialmente, la ex agente de la Guardia Urbana se ha convertido en nuestro Daniel Sancho. El espectáculo informativo ha empezado a degenerar: periodistas engañados por directores de documental, expertos en el caso enfrentados por las versiones, tertulias para alimentar el show y la acusada entrando por teléfono desde la cárcel para dar su versión.
La pregunta es: socialmente, ¿qué nos está aportando el crimen de la Guardia Urbana? El caso Rosa Peral y el morbo por analizar la personalidad de la protagonista están ocupando muchas horas en medios públicos y privados. Periodísticamente, ¿a qué contribuye ese enfoque morboso del caso? Es un espectáculo. Reclamo goloso. Pero las características del crimen –quién hizo qué o cómo es ella– lo convierten en algo aislado sin repercusiones o beneficios para la ciudadanía.
Muertes o delitos, por ejemplo, vinculados a negligencias médicas, al sistema educativo o a violencias de origen estructural necesitan profundización mediática para que sirvan de control de nuestro sistema social. El periodismo permite señalar los errores que se han producido en casos concretos porque su reparación supondrá un beneficio social, una garantía de mejora de las instituciones para que no se repita. En el caso de Rosa Peral, el periodismo está perdiendo el tiempo en la especulación morbosa. Está fallando en el enfoque. En esta historia hay difusión no consentida de fotos sexuales entre agentes policiales, un caso grave de pornovengancia de juicio dudoso y sin garantías ni revisiones de los protocolos internos, machismo flagrante en la gestión de las comisarías, agresividad descontrolada en las detenciones, muertes de detenidos poco aclaradas y uso de la violencia física y psicológica en las relaciones entre sus agentes... Y todo esto se normalizó dentro de la Guardia Urbana. Y ahí es donde el periodismo debería poner la atención. En comprobar las garantías de los cuerpos policiales del país. ¿Han extremado los controles en sus mecanismos internos para garantizar su profesionalidad y la responsabilidad de sus integrantes? Esto es importante a nivel periodístico, y no si a Rosa Peral le molesta la serie de Netflix.