El tenis ha sido uno de los deportes más seguidos de estos Juegos, además de que el verano es, indudablemente, época de tenis. Un deporte que, además, ha sido fundamental para el mundo de la moda, puesto que, entre otras aportaciones, nos ha ofrecido una pieza icónica para la indumentaria masculina: el polo. De polos hay un abanico amplísimo, pero está claro que hay dos emblemáticos: el Lacoste y el Fred Perry.
Durante la década de los años 20, René Lacoste resultó ser un joven prodigio del tenis que, para perfeccionar su juego, necesitó crear una indumentaria más cómoda. Dicho y hecho, partió de la camisa Oxford, empleada por las clases privilegiadas para jugar a polo, lo que le otorgó su nombre. Una prenda con un tejido texturado de piqué de algodón que facilitaba la transpiración y con una manga corta que transgredía la normativa vigente para incrementar la movilidad. El cuello blando con tres botones podía levantarse por detrás para evitar quemarse la nuca, y la terminación con cola de tenis –más largo por detrás que por delante– evitaba que se saliera del pantalón al agacharse en recoger la pelota. Y por último el famoso cocodrilo, como primera imagen de marca visible en la historia de la moda.
Fred Perry, perteneciente a una generación posterior, hizo sus primeras incursiones en el mundo de la ropa deportiva en 1941, una vez retirado de la competición. Precisamente en un torneo de Wimbledon conoció al exfutbolista Tibby Wegner, que había inventado una curiosa muñequera de ruso con la que los jugadores podían secarse el sudor durante el partido. Con el tiempo se asociaron y empezaron a comercializar, además de la muñequera, polos de piqué con el famoso logotipo que les acompañaría toda la vida: la corona de laurel, en recuerdo de la corona que recibían los atletas vencedores en 'Antigua Grecia. El polo de piqué blanco con el logotipo en el pecho rápidamente gozó de un gran éxito de ventas cuando lo presentaron en 1952, precisamente porque contaba, como reclamo comercial, con el prestigio deportivo atesorado por Perry.
El mundo del tenis nos ha ofrecido estos dos polos icónicos, estéticamente muy similares, podríamos decir que casi idénticos, y enmarcados dentro de un mismo deporte. Pero... ¿realmente son tan iguales? Si así fuera, ¿cómo es posible que la historia haya hecho que acaben encarnando imaginarios simbólicos tan opuestos? El polo Lacoste, por su parte, representa el elitismo clasista del deporte en general y del tenis en concreto, que nos recuerda que, en un principio, su práctica estaba restringida a una élite privilegiada. Por eso, esta pieza quedó íntimamente vinculada a la indumentaria preppy y persiste hasta nuestros días como emblema pijo. En el caso de Fred Perry, cabe decir que su biografía fue muy distinta a la del típico tenista de familia adinerada. Su entorno era humilde, procedente de la zona obrera del norte de Inglaterra y con un padre de familia dedicado a la textura de algodón. Esto hizo que los clubs de tenis no aceptaran con agrado su incorporación y, habiéndose convertido en un deportista exitoso, nunca se sintió acogido por el sector del tenis ni por la alta sociedad inglesa. Una situación que provocó que en 1938 solicitara a la ciudadanía estadounidense y se registrara como profesional en un país que ya no lo menostendría por su falta de pedigrí, y donde vivió una vida de éxitos y abundancia. Como resultado, el polo Fred Perry, con el símbolo de la victoria bordada en el pecho, pasó a convertirse en una muestra fehaciente del ascensor social y de la transgresión en cuestiones de clase. Probablemente por este motivo, un buen número de tribus urbanas, que luchaban en contra de lo establecido y de la cultura de masas, ya que muchas de ellas partían de entornos socialmente no privilegiados, adoptaron esta prenda de moda como parte integrante de su estética.