La inmigración cambia de rutas, no se detiene

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Migrantes llegados en cayuco al puerto de La Restinga, a 23 de agosto de 2024, en El Hierro, Canarias

La llegada de migrantes a las islas Canarias no deja de crecer y se ha incrementado de forma considerable este año. Según datos de Frontex, el crecimiento ha sido del 154% entre enero y julio, alcanzando las 21.620 llegadas. Es un aumento importante que preocupa a las autoridades canarias, que lógicamente reclaman la ayuda del gobierno español y del resto de comunidades para gestionar tanto la atención inmediata como también el reparto de las personas que reclaman asilo y los menores no acompañados. El presidente canario, Fernando Clavijo, y el presidente español, Pedro Sánchez, se reunieron este viernes en La Palma con este tema sobre la mesa y, de momento, salió sólo la promesa de una ayuda extraordinaria de 50 millones de euros más y el compromiso de intentar convencer al PP para que acepte el reparto de inmigrantes menores entre comunidades.

Los populares reclaman en genérico más medidas para frenar la inmigración ilegal, pero olvidan que, más allá de las razones estructurales que lo explican, esto no está totalmente en manos del gobierno español. De hecho, las razones de este aumento en Canarias debe buscarse en las soluciones que se encontraron para detener la llegada de pateras al Mediterráneo central. En julio del pasado año, la Comisión Europea prometió a Túnez 1.000 millones a cambio de impedir la salida de migrantes desde sus costas y, aunque todavía es la principal ruta de llegada a Europa de pateras, según el gobierno italiano este año se han reducido las entradas de pateras desde Libia y Túnez un 62,5%.

Pero lo que ocurre es que la estrategia que ha funcionado en una zona es el motivo que hace que crezcan las rutas alternativas. Así, como hemos visto, se han disparado las llegadas a Canarias y también han crecido un 57% la ruta entre Turquía y Grecia y un 75% la terrestre de los Balcanes. Es decir, si no pueden pasar por un sitio buscan la manera de pasar por otro. Y es que los migrantes que vienen, en su gran mayoría, lo hacen porque no tienen otra opción, ya que en sus lugares de origen están en peligro por conflicto armado o persecución –en conjunto, las nacionalidades más numerosas de los migrantes son Afganistán, Siria y Mali– o porque la pobreza es tan extrema que es la única solución posible. Así, el mito de que la mayoría vienen atraídos por el espejismo de la sociedad de consumo funciona sólo en parte. La inmensa mayoría de quienes se juegan la vida en el mar –este año han muerto más de 1.300 ahogados, que se sepa– lo hacen porque es la única manera de sobrevivir.

Las soluciones, pues, no pasan sólo por el control fronterizo, que se ha multiplicado en los últimos años, ni tampoco acabará sólo llegando a acuerdos con terceros países para que hagan de carceleros o de bloqueadores de las rutas hacia Europa, cómo insistirá Sánchez la próxima semana en su viaje a Senegal, Mauritania y Gambia, tres de los países de origen de donde salen más migrantes que llegan a las costas españolas. Habría una mirada más amplia para cambiar algunas de las políticas globalizadoras que han beneficiado a los productores europeos pero han empobrecido a otros países, así como aumentar la política de asilo en los casos de países en los que claramente hay situación de riesgo, como es el caso , por ejemplo, de las mujeres afganas.

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