

Los datos de la Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población son preocupantes, pero no dramáticos. Ya sabíamos que la radiografía saldría con sombras alargadas. Llevan tiempo saltando las alarmas. Sin embargo, no es tanto que disminuyan los hablantes –hay bajada en términos absolutos, pero poca–; más bien que el fuerte crecimiento poblacional no ha ido acompañado de una incorporación plena y habitual al catalán. La demografía resulta crucial en el retrato colectivo que tenemos ahora.
El reto, pues, es el que desde hace más de un siglo tiene el país respecto a su lengua propia: sumar como hablantes a las personas que vienen a vivir aquí. Recordemos que vienen porque los necesitamos –tenemos una natalidad bajísima y endémica– y porque aquí encuentran oportunidades. El objetivo es que vinculen su progreso personal con la adopción de la lengua: que sientan su necesidad. Que si quieren salir adelante, si aspiran a ejercer como ciudadanos de pleno derecho, asuman que el conocimiento y uso del catalán en su día a día les ayudará a conseguirlo: encontrarán mejores trabajos, tendrán una mejor acogida, sus hijos se adaptarán mejor. El objetivo es hacer del catalán un must.
¿Cómo se logra esto? Nunca ha sido fácil, y tampoco lo será ahora. Pero como dice el consejero de Política Lingüística del Govern, Francesc Xavier Vila, "hay partido". Es necesario jugarlo. Hay que salir a ganar. De entrada, pues, toca ahuyentar al derrotismo fatalista y toca también aceptar que nuestra sociedad será multilingüe. Hoy, más hablantes en catalán significa más personas bilingües –catalán-castellano– y multilingües. Vivimos en un mundo global y Cataluña es una sociedad abierta, dinámica. Dentro de este nuevo paradigma, el catalán es nuestro tesoro, nuestra oferta singular, la cultura lingüística que amamos y brindamos orgullosamente a todos, sin complejos. Es una lengua con historia y futuro, para los jóvenes y los mayores, para divertirse, pensar y soñar. Para ganar dinero y para amar. Para todo.
¿Pero cómo? Para que gane centralidad, es necesaria una persistente acción global, con las administraciones públicas liderando, poniendo recursos y dando ejemplo, y con la sociedad civil empujando. En todos los campos: por supuesto en el educativo, pero también en el del de los medios de comunicación y la cultura, en el mundo de la empresa, en la justicia, en el deporte, en la ciencia... De entrada toca crear las condiciones para el aprendizaje de quienes llegan: potenciar al máximo la oferta de cursos dirigidos a los recién llegados. Que no haya excusa por no ponerse. La acogida lingüística también debe incluirnos a todos los catalanohablantes, con una actitud proactiva hacia quienes no lo son: dirigiéndonos de entrada en catalán, invitándoles a sumarse sin agro, en positivo. No se trata de buscar culpables ni chivos expiatorios. Se trata de trabajar por avanzar, con determinación. Un trabajo que también pasa por conseguir la oficialidad en Europa y que ya ha logrado que se pueda usar en el Congreso de los Diputados. Todo suma. Como también suman los logros de taquilla recientes para el cine en catalán. La lengua como objetivo común, por encima y por debajo de los partidismos políticos, al margen de batallas absurdas y malintencionadas. Así es como avanzaremos.