Ante la cantidad y profundidad de los problemas que estamos viviendo estos últimos años, algunas veces pienso, y otras me preguntan, cuál es mi principal preocupación. Me cuesta dar una respuesta concreta, y normalmente contesto diciendo que lo que más miedo me da es si querremos, sabremos y podremos acompañar adecuadamente y financiar suficientemente el cambio de etapa que estamos provocando y que a la vez aprovechamos y sufrimos. No me cabe duda de que la sociedad humana de la segunda parte del siglo XXI será muy diferente de cómo ha sido en los siglos XIX y XX, es decir, de la sociedad industrial. Creo que existen sobre todo tres causas que están provocando estos cambios: el extraordinario progreso científico y tecnológico, la explosión demográfica y la globalización de todos los aspectos de la vida personal o colectiva.
Pienso que hay muchas preguntas que no nos estamos haciendo ni con la suficiente intensidad ni con la suficiente urgencia. Pongo algunos ejemplos: ¿Tiene la Tierra los recursos suficientes para acoger y alimentar a diez mil millones de personas con el modelo de vida y de consumo de las sociedades actuales más desarrolladas? ¿Podemos seguir utilizando los modelos energéticos actuales? ¿Es sostenible una sociedad global con los enormes grados de desigualdad actuales sin que se produzcan enfrentamientos violentos y destructivos? ¿Podemos seguir permitiendo la exaltación de la libertad individual por encima de los intereses colectivos y suponiendo que ayudará a aumentar el bienestar y la convivencia? ¿Tenemos presente que el bienestar puede conseguirse tanto siendo propietarios de herramientas materiales como utilizando herramientas colectivas o teniendo acceso a servicios? ¿Somos conscientes de que los poderes políticos votados por los ciudadanos están cada vez más condicionados por el poder de los grandes fondos de inversión de capital y también por las plataformas que controlan, manipulan y distribuyen la información y los datos? Me centro en este artículo en el tema del necesario acompañamiento de ciudadanos y gobiernos.
1. Acompañar impulsando y regulando. No cabe duda de que el avance tecnológico es uno de los principales elementos de progreso de la sociedad humana. Los aumentos del bienestar individual y la mejora de la convivencia colectiva han sido impulsados desde hace siglos por este factor. Pero también es cierto que ponen en manos de las personas herramientas que pueden ser utilizadas para hacer daño. La tecnología no es mala, lo que puede ser malo es su uso. Por ello, los gobiernos, tanto locales como globales, tienen una doble obligación: impulsar su creación y regular su utilización. Y tanto en el impulso como en la regulación deben tener en cuenta criterios económicos, sociales y éticos.
En relación con la impulsión, hay que decir bien claro que debe aumentarse la cantidad de recursos dedicados a promocionar la tecnología. Esto puede incluir distintos tipos de medidas: promover y financiar directamente más actividades científicas y tecnológicas en los organismos universitarios o centros públicos de investigación, asegurando la transferencia de los resultados al sector de las empresas; financiar parcialmente actividades públicas o privadas de investigación que estén orientadas a fines de carácter social o de interés público, a base de crear oportunidades y convocar concursos con objetivos específicos; promover, en las etapas de formación de las personas jóvenes, la orientación hacia especialidades que permitan aumentar las capacidades relacionadas con el ahorro, reutilización y utilización colectiva. Está claro que en el campo de la promoción tecnológica y en el de la educación queda mucho por hacer.
Al mismo tiempo, es necesario un importante trabajo de regulación que impulse muchas actuaciones, que ponga dificultades a otras, e incluso impida rotundamente algunas. De forma mucho más concreta, creo que existen unos peligros muy importantes en los temas relacionados con la utilización de la llamada inteligencia artificial. Cada vez es más corriente oír o leer comentarios, tanto de expertos que trabajan dentro del propio tema como de entendidos que lo siguen desde fuera, que llaman la atención sobre los peligros que puede representar la inadecuada utilización de esta tecnología para crear realidades virtuales que no puedan diferenciarse del mundo real y que puedan comportar consecuencias serias tanto en el mundo de la convivencia como en el mundo de la economía o en el de la política.
Por suerte, parece aumentar la preocupación, pero el crecimiento del actual ultraliberalismo político intenta negar la realidad e impedir las actuaciones, mientras que los enfrentamientos en el campo político y la lentitud de la burocracia comparada con la velocidad del progreso tecnológico lo hacen cada vez más difícil.
2. ¿Financiación pública o privada? Dejo para un próximo artículo el tema de la financiación de todos estos cambios, que, añadido a la necesidad de renovar viejas estructuras y de construir algunas nuevas para la nueva etapa, creo que supondrá un problema que preveo que será muy importante .