Una de las herencias más ciertas que nos dejará la pandemia serán cambios muy importantes en las formas de trabajar. No hay que explicarlo, porque casi todos lo hemos experimentado personalmente o en nuestro entorno. Pero no es seguro que hayamos reflexionado lo bastante sobre lo que esto significa de cara al futuro, tanto en relación a los tiempos de trabajo como al papel que juegan nuestras viviendas. Hagamos un poco de historia.
1. Recolección, agricultura, industria, movilidad. Los miembros de las sociedades humanas primitivas vivían de los frutos y de los animales que podían recoger o cazar. Eran nómadas y cambiaban de lugar en función de dónde los podían conseguir. La capacidad de cultivar vegetales y de criar animales permitió el asentamiento fijo y la aparición de las ciudades. Pero la gran mayoría de personas vivían muy cerca de la tierra que cultivaban y, por lo tanto, de manera muy dispersa. Vivían en el campo e iban a la ciudad para vender alimentos. Las viviendas urbanas, a excepción de las de artesanos o de comerciantes, estaban pensadas solo para vivir.
La posterior actividad industrial, caracterizada por la construcción de aparatos que transforman productos minerales con la aportación de trabajo humano y de grandes cantidades de energía, hizo aparecer las fábricas. La actividad de carácter intelectual o de relación humana fue creciendo en paralelo y dio lugar a las oficinas y a las tiendas. Muchas de las oficinas y tiendas todavía están físicamente mezcladas con las viviendas, pero las fábricas se han ido alejando cada vez más.
En los dos últimos siglos las facilidades de movilidad fruto de los nuevos sistemas de transporte han originado dos fenómenos muy conocidos: la explosión del comercio internacional de productos físicos, y el crecimiento de la necesidad de desplazamiento al puesto de trabajo, con las consecuencias, buenas y malas, personales y colectivas, que ha supuesto. Quien más quien menos ha experimentado estos desplazamientos diarios; algunos hemos experimentado, además, largos desplazamientos semanales...
2. Digitalización, conectividad global, robotización. Los progresos en las tecnologías digitales ya hace tiempo que están disminuyendo la necesidad de trabajo humano físico en la industria, especialmente por la robotización; además, han creado una gran cantidad de herramientas digitales que aumentan la conectividad con aparatos y personas haciendo tareas de utilización y gestión de la información y de los conocimientos, sin necesidad de contacto físico.
Esta transición se iba tirando a un ritmo lento, condicionada por las inercias económicas y por la necesidad de adquirir nuevas competencias personales sobre estas herramientas. La aparición de la pandemia y la necesidad de reducir el peligro de contagio han acelerado de manera brutal el proceso y se han tenido que improvisar muchas medidas, tanto personales como públicas. Pienso que, de cara a los próximos meses y años, nos hará falta revisar con más calma y profundidad este proceso de cambio.
3. El futuro del teletrabajo. Creo que se tiene que potenciar el trabajo a distancia, puesto que, bien hecho, nos aportará tres grandes ventajas: a) una reducción importante de los tiempos perdidos en desplazamientos que representan ahora una buena parte de la jornada laboral, b) una reducción muy importante del consumo de energía en estos desplazamientos y c) un aumento del tiempo del que dispondremos y que podremos dedicar a tareas de conciliación familiar, al ocio, o a actividades de carácter cívico o social. Quiero hacer una reflexión sobre dos temas relacionados.
Las fábricas, las oficinas y las tiendas estuvieron concebidas y construidas pensando en las actividades que allí tenían lugar; pero esto no pasa con las viviendas, la inmensa mayoría de las cuales fueron concebidos solo para vivir, y a menudo no es fácil adaptarlas a esta doble función de vida familiar y laboral. A menudo salen problemas de carencia de espacio, de incomodidades por la utilización simultánea de los espacios para varias finalidades, de difuminación de la recomendable separación entre el tiempo para el trabajo y el tiempo libre, o de no disposición de aparatos que normalmente no existen en los hogares.
Por otro lado, me parece claro que el trabajo profesional es cada vez más un trabajo de equipo, y que su calidad mejora cuanto más plural y cohesionado es el equipo y más se aprovechan las competencias individuales. Y pienso que la persona humana necesita un cierto nivel de relación presencial para lograr este espíritu de colaboración, puesto que con el contacto telemático es más difícil de conseguir.
Por estas dos razones formulo un deseo con tres objetivos. Tenemos que impulsar la generalización del teletrabajo para disfrutar de sus ventajas. Tenemos que saber combinar de manera general trabajo presencial y teletrabajo, y hacerlo en función de las necesidades de cada empresa u organización, pero también en función de las características de cada persona. Y, finalmente, nos hace falta un esfuerzo urgente e importante para hacer aparecer una gran cantidad de espacios de trabajo, públicos o privados, distribuidos por las ciudades y los territorios, dotados de los recursos tecnológicos necesarios, de forma que se pueda teletrabajar fuera de casa, pero sin necesidad de largos desplazamientos. Si lo hacemos tendremos las ventajas que he dicho, y evitaremos muchos de los inconvenientes...
Joan Majó es ingeniero y ex ministro