Una triple llamada prenavideña

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Una niña tratando de hacer sus deberes con una vela, en condiciones de pobreza energética.

Cuando estábamos empezando a recuperarnos de los efectos de la crisis financiera del 2008, apareció la pandemia y estalló la guerra provocada por la invasión rusa en Ucrania. Ambos problemas se añadieron a otros fenómenos importantes que ya vivíamos, de tipo ecológico (cambio climático), socioeconómico (desigualdades y más pobreza) y tecnológico (digitalización). La suma de esto supuso un gran reto para todo el planeta, y aquí Europa hizo que la UE reaccionara con un conjunto de grandes programas de ayuda que nunca habíamos visto antes. Entre ellos quiero destacar ahora los fondos Next Generation EU, que supuso poner a disposición de los Estados miembros más de 800.000 millones de euros. Me pareció muy bien tanto por la oportunidad como por su volumen, pero lo que más me satisfizo fue que fuera una ayuda para promover actuaciones que tuvieran por objetivo las necesidades de la generación siguiente a la actual. Yo estaba, y estoy, preocupado por lo que puede pasar en los próximos años porque intuyo quiénes pueden ser las personas que más lo van a sufrir: jóvenes, adolescentes y niños; es decir, la “próxima generación”.

1. Síntomas preocupantes de tipo social. La serie reciente de datos estadísticos sobre las situaciones de pobreza, de pobreza infantil, de polarización social y de desigualdades, tanto de carácter global como en el interior de los estados, hace pensar en las dificultades que encontraremos en los próximos años para poder volver a un crecimiento económico que sea sostenible ecológicamente y que pueda producir un buen reparto de bienestar en el conjunto de la población mundial. Estamos viendo que no se están tomando todas las medidas necesarias para detener el calentamiento global y que, cuando se haga, se necesitarán un conjunto de inversiones que exigirán muchos más recursos económicos provenientes de los presupuestos públicos. Esto, combinado con los posibles aumentos de gasto por seguridad y por defensa, y agravado por la voluntad de suprimir o rebajar impuestos, puede significar una reducción de lo que actualmente se dedica a la educación, a la salud ya la promoción de acceso en la vivienda social. Estos son tres servicios públicos que afectan muy especialmente a las personas de la próxima generación. No es de extrañar que esto produzca, como ya ha empezado a ocurrir, una falta de fe en el futuro y un crecimiento de actitudes políticas de carácter extremo en muchas personas de esta próxima generación.

2. Problemas relacionados con el aprendizaje y la escuela. Centrándonos mucho más en lo que está pasando en nuestra casa, es de gran urgencia reaccionar y encontrar soluciones a un problema que, desde mi punto de vista, puede plantearse con tres preguntas: a) ¿Cuáles son las causas, de complejidad social del alumnado, de carencia de recursos, de orientación política o de gobernanza de centros, que han producido los preocupantes resultados de la última valoración de PISA? b) ¿Qué influencias, muy positivas o peligrosas para los alumnos, puede tener el uso de ordenadores y teléfonos llamados inteligentes en las escuelas, y cuáles deberían ser las normas que lo regularan? Y c) ¿Cómo debería asegurarse, con la organización de escuelas y con la elección de temas, un proceso de aprendizaje y de capacitación de los alumnos para hacer que todos tengan en la vida las oportunidades a las que tienen derecho?

Mi continuada colaboración en el patronato de la Fundación Bofill ha ido aumentando mi convencimiento de que el acierto de las escuelas, evidentemente junto con el de las familias, condiciona de forma muy importante los niveles de inclusión social y de bienestar de todas las personas; y que, por tanto, ahora que nos encontramos en un cambio lleno de incertidumbres y dificultades, es necesario que la atención de los poderes públicos se enfoque mucho más hacia este tipo de personas que, debido a su edad y su posición social, no tienen la misma capacidad reivindicativa que otros muchos. Quizás la educación es la que más lo necesita, ya que la salud y el acceso a la vivienda afecta también a los adultos y, por tanto, ya es más objeto de preocupación pública.

En este artículo prenavideño quisiera hacer una triple llamada. A las diferentes autoridades de la UE, que repiensen el ya anunciado cambio de volver a unas políticas de austeridad como las que habían sido normales a lo largo de pasadas décadas, y que si deben hacerlo, lo que es comprensible, que sea sólo parcialmente, y que tengan en cuenta qué países y qué generación es la que más lo necesita. A los gobiernos estatales, y muy especialmente al español, que el ejemplo que dio Bruselas con el NGEU les sirva para decidir centrarse más en actuaciones que ayuden a reducir la creciente pobreza infantil y resolver problemas de falta de ocupación y dificultad de vivienda de la gente joven. Y de forma especial, al actual gobierno catalán, que, aunque no se le pueda considerar el culpable, debe impulsar de forma urgente actuaciones para recuperar los fracasos que han puesto de evidencia los últimos datos de PISA . La acción gubernamental sólo tendrá éxito si sale de conversaciones y un pacto con todas las partes implicadas en el funcionamiento de los espacios educativos. Parece que se está intentando, pero no sé si con éxito suficiente. Es necesario pedir a todos los implicados cooperación y responsabilidad. Es el momento de hacerlo.

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