Hoy hablamos de
Renovación en el PNV

Ortuzar, el PNV y Cataluña

El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, y el diputado en el Congreso Aitor Esteban, en una imagen reciente.
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MadridEntre las novedades más interesantes de la semana se encuentra la renuncia de Andoni Ortuzar a la presidencia del PNV. En los últimos días ha sido el presidente estadounidense, Donald Trump, quien se ha llevado a los grandes titulares con sus iniciativas cínicas y extravagantes, de una extraordinaria violencia intrínseca. Pero la retirada de Ortuzar no tiene importancia exclusivamente para el País Vasco, sino para el conjunto del Estado, por lo que ha significado y significa ese partido histórico como uno de los protagonistas del sistema político español en estas cuatro décadas largas de vida democrática del país. En un primer momento me pareció un gesto digno de elogio por el sacrificio personal que supone. Decimos a menudo que aquí no hay demasiada tradición de dimitir y que los políticos, en general, se agarran al sillón más de la cuenta. Por eso el primer pensamiento fue el de considerar la decisión de Ortuzar un acto de responsabilidad, incluso de nobleza y, en el fondo, de fidelidad al partido. Lo sigo pensando, ya que la justificación dada por el líder nacionalista vasco fue que no quería dividir a la organización. Pero poniendo todo esto por delante, hay que mirar el hecho un poco más de cerca y tratar de definir causas y consecuencias de la salida voluntaria del presidente del Euzkadi Buru Batzar, la ejecutiva del PNV, que tanta rentabilidad ha sabido sacar siempre de su grupo parlamentario en Madrid y del juego de equilibrios y desequilibrios en los que ha participado.

Si empezamos a analizar el hecho de la renuncia por sus consecuencias debe decirse que a corto plazo el gobierno puede estar tranquilo. El nombre del sucesor, Aitor Esteban, y el papel que ha estado jugando en Madrid en los últimos años prácticamente garantizan la continuidad en el apoyo a la permanencia de Pedro Sánchez, al menos mientras el PNV no detecte que el viento sopla en otra dirección. El todavía portavoz de este partido en el Congreso no es un practicante de la crispación, aunque cuando hay que poner los guantes de competición se calza sin demasiados problemas. Ahora bien, la sustitución de Andoni Ortuzar por Aitor Esteban tiene una intrahistoria bastante interesante, que pone de manifiesto el tacto con el que los nacionalistas vascos saben organizar las operaciones de repuesto y, llegado el caso, las defenestraciones. El caso es que el presidente del PNV no ha decidido marcharse exclusivamente por generosidad, sino después de un proceso en el que el partido le ha hablado y él ha sido capaz de entender el mensaje.

Es innegable que la evolución electoral al alza de Bildu tiene mucho que ver con esta renuncia. Ortuzar acumulaba casi trece años de presidencia del PNV, un período equivalente a tres legislaturas. El mapa político de Euskadi no está estabilizado. Si no hay elecciones generales anticipadas, la siguiente prueba será la de las elecciones municipales de 2027, donde hay mucho poder territorial local por el que luchar, en dura competencia con Bildu. Será una batalla dura porque el PNV ha perdido mucha influencia entre los jóvenes. Otegi, que sigue al frente de la organización, no es precisamente un ejemplo de renovación, pero en su fuerza política, el cambio generacional ya se ha producido. El PNV necesita una operación de reciclaje. Aunque tanto Ortuzar como Esteban tienen la misma edad, 62 años, no comparten las mismas connotaciones, en parte porque prefiere dirigir un partido que representarle en el Congreso de los Diputados. El presidente del PNV paga ahora el precio de muchas decisiones que en los últimos tiempos han dejado una estela de insatisfechos y perjudicados en el PNV. Es difícil poner en marcha una operación de renovación y paralelamente excluirse de la iniciativa. Y no será una causa de nada, pero lo cierto es que entre las personas afectadas por los cambios para dar un nuevo impulso al partido había algún pariente muy cercano a Esteban.

La pérdida de soporte interno

Durante mucho tiempo, Andoni Ortuzar y Aitor Esteban han sido amigos, en lo político y personal. De hecho, fue el todavía presidente del PNV quien empezó a plantear la hipótesis de que Esteban fuera su sucesor. Habían hablado de ello, sin poner fechas. Y ya se ve que Esteban se lo tomó muy en serio. Ya la decisión del cambio de Iñigo Urkullu por Imanol Pradales como candidato a la lendakaritza o presidencia vasca dejó algún rastro negativo. De hecho, a Urkullu se lo dijeron cuando ya se había acordado. La renovación, como hemos dicho, nunca deja de tener precio, no sólo para los afectados, sino para los indirectamente perjudicados. Será por eso que el resultado de la primera vuelta para decidir sobre el liderazgo del PNV ha resultado algo engañoso. Ortuzar ganó en 110 batzokis o sedes del partido, y Esteban en 70. Pero cuidado, porque el primero pudo comprobar que ya no tenía el apoyo de la mitad de Vizcaya. Ir a la segunda vuelta con debilidades de este tipo suponía una apuesta por agravar la división. Vizcaya representa una gran concentración de poder por el PNV, también desde el punto de vista económico.

No es de extrañar, por tanto, que Ortuzar haya renunciado poniendo el acento en que no quiere ser un factor de división. Pero también subrayó que había constatado la presencia de otra candidatura con "ambición". No hace falta ser un experto en psicología política para interpretar en este enfoque un cierto reproche a su amigo Esteban. Sobre todo viendo la expresión nublada y de tristeza de Ortuzar al anunciar su retirada. Larga vida al PNV ya su forma de hacer. Pero esto me lleva a donde también quería llegar. ¿Existe algún paralelismo entre la evolución política del País Vasco y la de Cataluña? Lo pregunto prescindiendo, a efectos de este análisis, de los condicionamientos que supuso la existencia del terrorismo de ETA. El PNV realizó una experiencia que no llegó a puerto con el plan Ibarretxe. Y midió con cuidado hasta dónde llevar el choque con el Estado y cómo redirigir la energía una vez visto que por ese camino no se avanzaba. Por otra parte, ¿cómo han leído Puigdemont y Junqueras la renuncia de Ortuzar? ¿Tenemos los catalanes alguna conclusión para extraer de la capacidad de negociación del nacionalismo y el independentismo vasco y de su inclinación por la sutileza antes que por la radicalidad y el desafío? Estoy seguro de que la habilidad del PNV no deriva sólo del concierto económico. Pero ciertamente todo ayuda.

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