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28/01/2025
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Como las cosas van mal dadas y parece que las pensiones no subirán a causa de estrategias insólitas, mucha gente empieza a releer a los filósofos estoicos, que enseñan la manera de permanecer imperturbable ante las grandes y las pequeñas desgracias.

Los que vuelven sobre todo son los estoicos del llamado "estoicismo nuevo", es decir, el romano: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Ya puestos, sería mejor ir a parar a los estoicos del tiempo del humanismo, como Montaigne y Charron, marcados por el escepticismo, que están inmersos en unas circunstancias históricas más cercanas a las nuestras.

De Séneca lo tenemos casi todo en Bernat Metge; de Epictet se han hecho dos o tres ediciones catalanas: La sabiduría del esclavo, 2010, y Enquiridió, ya antiguo, de 1990 (el primero todavía se encuentra en las librerías), y del llamado "buen emperador", Marco Aurelio, son asequibles las Meditaciones, de publicación muy oportuna (Libros del Índice, 2024).

Epictet aconsejaba no participar en los asuntos públicos —lo que le aleja enormemente de la filosofía del siglo de Sócrates y Platón; los tiempos en Roma eran otros—, y, ante la decadencia del Imperio, como en general en la vida, aconsejaba la impasibilidad (apatheia) y la imperturbabilidad (ataraxia, palabra aún más amada por los epicúreos): "No quieras ser estratega, ni senador, ni cónsul, sino una persona libre".

Como era de esperar, rechazaba —ahora sí, como Sócrates— todo lo que no resultase necesario: "Rechaza todo lo que se refiere a la ostentación ya la molicie". (Poner hoy en práctica este consejo, sin embargo, significaría casi el fin del mundo, porque el bienestar, el consumismo y el lujo, por parte de cada uno en la medida de sus posibilidades, forma parte de nuestra civilización.)

Decía algo que los amigos del Liceu o del Barça no aceptarían con agrado: "Absténtete completamente de gritar, de reír con un actor cualquiera o de emocionarte excesivamente"; y la risa, por sí mismo, tampoco le satisfacía: "Evita de promover la risa, pues es una forma de captenerse que degenera fácilmente en la vulgaridad".

Pero también se explayaba sobre actividades que habían sido muy bien vistas en la pedagogía griega y durante la república romana: "Es signo de naturaleza poco dotada el hecho de pasar el tiempo en las cosas que se refieren al cuerpo, como ahora la gimnasia, comer mucho, beber mucho, defecar mucho, copular”. Y todo lo resumía en un consejo primordial: "Toda la atención debe ponerse en la mente". Buen consejo cuando uno ve que en Estados Unidos parece haberse perdido el juicio.

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